domingo, 14 de abril de 2013


     Ella se quitó la blusa, dejando ver que debajo, no había nada más que una sedosa y blanca piel. Él se acercó a ella, las manos adelantadas; con la izquierda rodeó su cintura, con la derecha acarició su cuello mientras sus labios se acercaban a los de ella. Ambos cerraron los ojos; el sabor del primer beso después de muchas noches soñándolo, la emoción de los primeros descubrimientos. Hoy tiemblan sus cuerpos, mañana todo será un poquito más familiar.
     Horas más tarde, en mitad de la noche, él, que no puede dormir, observa el inerte rostro de ella respirando sigilosamente. Al cabo de un rato Jacob se levanta, sin hacer ningún ruido se aproxima al escritorio que espera en la entrada de la habitación y al cuaderno que en él descansa, lo abre y, tomando un bolígrafo de tinta negra en su mano derecha, comienza a escribir:
     "Ya nunca volverás a besarla por primera vez, muchacho. La emoción de descubrir el sabor de sus labios, al fin, dejará paso a la sensación de vuelta al hogar, familiaridad. No volverás a ser el embaucador que la ha convencido, en cambio, te convertirás en su cómplice y juntos os engañaréis a vosotros mismos. Cuando se despierte le dirás por vez primera en vuestras vidas, que la amas; ya nunca más volverás a dudar antes de hacerlo, el enamoramiento se irá y el amor lo sustituirá. Retenlo muchacho; retenlo en tu corazón, hazlo por los dos. No olvides el brillo de esos ojos el día que te descubrieron, no dejes atrás el recuerdo del escalofrío que te recorrió el cuerpo con la primera caricia furtiva, no silencies los gritos que ahora mismo está dando tu corazón".

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