Ella se quitó la blusa, dejando ver que
debajo, no había nada más que una sedosa y blanca piel. Él se acercó a ella,
las manos adelantadas; con la izquierda rodeó su cintura, con la derecha
acarició su cuello mientras sus labios se acercaban a los de ella. Ambos
cerraron los ojos; el sabor del primer beso después de muchas noches soñándolo,
la emoción de los primeros descubrimientos. Hoy tiemblan sus cuerpos, mañana
todo será un poquito más familiar.
Horas más tarde, en mitad de la noche, él,
que no puede dormir, observa el inerte rostro de ella respirando sigilosamente.
Al cabo de un rato Jacob se levanta, sin hacer ningún ruido se aproxima al
escritorio que espera en la entrada de la habitación y al cuaderno que en él
descansa, lo abre y, tomando un bolígrafo de tinta negra en su mano derecha,
comienza a escribir:
"Ya nunca volverás a besarla por
primera vez, muchacho. La emoción de descubrir el sabor de sus labios, al fin,
dejará paso a la sensación de vuelta al hogar, familiaridad. No volverás a ser
el embaucador que la ha convencido, en cambio, te convertirás en su cómplice y
juntos os engañaréis a vosotros mismos. Cuando se despierte le dirás por vez primera
en vuestras vidas, que la amas; ya nunca más volverás a dudar antes de hacerlo,
el enamoramiento se irá y el amor lo sustituirá. Retenlo muchacho; retenlo en
tu corazón, hazlo por los dos. No olvides el brillo de esos ojos el día que te
descubrieron, no dejes atrás el recuerdo del escalofrío que te recorrió el
cuerpo con la primera caricia furtiva, no silencies los gritos que ahora mismo
está dando tu corazón".
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