jueves, 18 de abril de 2013


Y TODO ES CUESTIÓN DE ACTITUD
     Caminábamos a lo largo de una carretera desierta que debía de llevar abandonada desde el final de la Gran Guerra; no teníamos destino, ni intenciones más allá de seguir en movimiento, recordando todo lo que nuestros mayores nos habían contado acerca del mundo en tiempos pretéritos y desconocidos.
     -Hoy me siento bien, muchachos, realmente bien -comentó en voz alta Ernesto, uno de los más jóvenes del grupo-.
     -Tampoco importaría mucho que fuese de otra forma, ¿no creéis? -comenta en un susurro nada sutil, con una socarrona sonrisa en el semblante, Juan, uno de los veteranos con ya casi treinta años-.
     -Me resulta tan graciosa tu actitud Juan.
     -No veo qué puede tener de graciosa.
     -Apenas tienes siete años más que yo -comienza Ernesto-, diez más que el benjamín de los casi cincuenta que somos; hace menos de cuarenta años, eso te habría incluido en el mismo saco que a prácticamente todos nosotros. ¿Qué te hace pensar que has visto algo que no hayamos presenciado los demás, o que en tu historia personal existan manchas distintas a las de cualquiera de tus compañeros?
     -Algún día, Ernestito, acabarás igual que lo hicieron tu padre o el mío, muerto demasiado joven para que algo de todo esto tenga sentido.
     -Supongo que tienes razón Juan, pero, mientras tanto, yo pienso seguir concediéndole valor a cada minuto regalado en este precioso planeta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario