AGRADECIMIENTO
Conocí al Doctor Mediavilla hace tres años,
en mayo de 2010, cuando acudí a su consulta preocupado por mi tendencia a la
exaltación ante cualquier intento infructuoso por hacerme comprender por mis eventuales
contertulios, a la práctica de la discusión como muestra de una sana actividad
mental, al ejercicio de la crítica como si de un deporte de competición se
tratase, a polemizar, renegar, maldecir y nadar a contracorriente, a quedarme solo
en cualquier debate -incluso defendiendo posturas contrarias a las que
habitualmente yo mismo avalo o abandero-.
Charlamos durante una media hora, puede que
cuarenta minutos, no más; José Luis -tal es su nombre de pila-, me preguntó si
me creía portador de una única verdad, absoluta y común para la toda Humanidad.
Por supuesto que no -le expliqué-, pero aquellas cosas en las que creo constituyen
mi verdad, la llave con la que abrir las puertas que guardan mis secretos; qué
mejor forma de entregarme a mis semejantes que afanarme en explicarles qué
sucede en mi interior. En determinado momento de nuestra conversación, una
muchacha le llamó por teléfono; al parecer era esquizofrénica y, de cuando en
cuando, la anecdótica medicación con la que se trataba no era suficiente.
Entonces tiraba de tarjetero -suponiendo que no se supiese de memoria el número
del buen doctor- y llamaba; "hoy es uno de esos días José Luis". Tras
unos minutos de paciencia y comprensión, se despedían; él sonriente, ella
tranquila, preparada para seguir sonriendo. "Esta chica, me dijo, sí que
tiene un problema; cuál crees que es el tuyo realmente". Después de unos
segundos pasando revista a toda mi colección de sensaciones, temores,
inseguridades y emociones diversas, me atreví a contestar: hay tantas cosas
aquí dentro..., a veces quisiera ser un tipo más simple, más sencillo, más
manejable, más llevadero, alguien que no esté siempre dándole vueltas a todo o
sacándole punta a las cosas, alguien más tranquilo, que no haga que las cabezas
de aquellos que le tienen por amigo o hermano o pareja o hijo, tengan que
acabar echando humo siempre. "Tal vez el motivo por el que toda esa gente
está a tu lado, sea que necesitan que alguien haga que sus cabezas trabajen al
ritmo necesario para terminar echando humo; quizá esa es tu misión".
Aquel día salí de la consulta del Doctor
Mediavilla en paz conmigo mismo por primera vez en mucho tiempo -tanto que no
alcanzaba, ni lo he conseguido aún, a recordar-. Hace un par de días me
encontré, por aparente casualidad, con un volumen de una de sus obras
literarias; me puse con él y en una tarde lo devoré. Ahora, tras la
satisfacción de encontrarme con las palabras del Doctor José Luis Mediavilla,
me siento y escribo estas líneas para, desde este rincón de mi cuaderno,
recordarle y, aún en silencio, agradecerle su último consejo: "cómprate un
cuaderno, uno nuevo, y no dejes de apuntarlo todo, cualquier cosa; nunca se
sabe donde puede surgir algo bueno".
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