jueves, 16 de mayo de 2013


AGRADECIMIENTO
     Conocí al Doctor Mediavilla hace tres años, en mayo de 2010, cuando acudí a su consulta preocupado por mi tendencia a la exaltación ante cualquier intento infructuoso por hacerme comprender por mis eventuales contertulios, a la práctica de la discusión como muestra de una sana actividad mental, al ejercicio de la crítica como si de un deporte de competición se tratase, a polemizar, renegar, maldecir y nadar a contracorriente, a quedarme solo en cualquier debate -incluso defendiendo posturas contrarias a las que habitualmente yo mismo avalo o abandero-.
     Charlamos durante una media hora, puede que cuarenta minutos, no más; José Luis -tal es su nombre de pila-, me preguntó si me creía portador de una única verdad, absoluta y común para la toda Humanidad. Por supuesto que no -le expliqué-, pero aquellas cosas en las que creo constituyen mi verdad, la llave con la que abrir las puertas que guardan mis secretos; qué mejor forma de entregarme a mis semejantes que afanarme en explicarles qué sucede en mi interior. En determinado momento de nuestra conversación, una muchacha le llamó por teléfono; al parecer era esquizofrénica y, de cuando en cuando, la anecdótica medicación con la que se trataba no era suficiente. Entonces tiraba de tarjetero -suponiendo que no se supiese de memoria el número del buen doctor- y llamaba; "hoy es uno de esos días José Luis". Tras unos minutos de paciencia y comprensión, se despedían; él sonriente, ella tranquila, preparada para seguir sonriendo. "Esta chica, me dijo, sí que tiene un problema; cuál crees que es el tuyo realmente". Después de unos segundos pasando revista a toda mi colección de sensaciones, temores, inseguridades y emociones diversas, me atreví a contestar: hay tantas cosas aquí dentro..., a veces quisiera ser un tipo más simple, más sencillo, más manejable, más llevadero, alguien que no esté siempre dándole vueltas a todo o sacándole punta a las cosas, alguien más tranquilo, que no haga que las cabezas de aquellos que le tienen por amigo o hermano o pareja o hijo, tengan que acabar echando humo siempre. "Tal vez el motivo por el que toda esa gente está a tu lado, sea que necesitan que alguien haga que sus cabezas trabajen al ritmo necesario para terminar echando humo; quizá esa es tu misión".
     Aquel día salí de la consulta del Doctor Mediavilla en paz conmigo mismo por primera vez en mucho tiempo -tanto que no alcanzaba, ni lo he conseguido aún, a recordar-. Hace un par de días me encontré, por aparente casualidad, con un volumen de una de sus obras literarias; me puse con él y en una tarde lo devoré. Ahora, tras la satisfacción de encontrarme con las palabras del Doctor José Luis Mediavilla, me siento y escribo estas líneas para, desde este rincón de mi cuaderno, recordarle y, aún en silencio, agradecerle su último consejo: "cómprate un cuaderno, uno nuevo, y no dejes de apuntarlo todo, cualquier cosa; nunca se sabe donde puede surgir algo bueno".

No hay comentarios:

Publicar un comentario