Repartidores chillones, hiperactivos, puede
que incluso 'colocados', gritando desde primera hora.
"Ningún hombre de bien está en la cama
a las 10 de la mañana" parece pensar alguno de ellos, así que unos silban,
otros canta, algunos hasta gimen onomatopeyas sin sentido; todos haciendo
ruido. "Si yo estoy en pie a las 8 -he aquí el peligro del uso
indiscriminado de la lógica a toda costa-, todos deberían de estarlo", y
venga a gritar y cantar a voces.
Ahora, seguramente, habrá más de un zoquete
que me acusará de cargar contra el pobre e indefenso obrero, de denostar al
genuino trabajador español. Esta es mi única defensa posible; no conozco a
ningún repartidor que se ponga en pie antes que yo. En serio, jamás he visto a
uno por la calle antes de que yo ya lleve una o dos horas trabajando. Pero,
olvidémonos de mí -no vaya a ser que ahora alguien me acuse de madrugar en exceso
o me tilde de ególatra de mierda-, qué hay de aquellos pobres y genuinos
obreros patrios que desempeñan su actividad laboral en el tan denostado turno
de noche, esos que llegan a casa -a la suya, para acostarse y descansar, dormir
y recuperar fuerzas para volver al tajo a la noche siguiente- a la misma hora,
o mejor, quince minutos antes de que el vivaracho repartidor de 'Legumbres la
muyerina' se ponga a cantar a grito pelado 'En el pozo María Luisa'.
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