¿ROJO
O VERDE?
Si yo fuese profesor -da igual de qué
materia, poco importa en qué curso o centro educativo- jamás utilizaría
bolígrafos de color rojo para corregir los exámenes de mis alumnos.
Dejando a un lado el tema estético -de
hecho, se trata de un color, éste, que a mí personalmente me resulta atractivo;
quizá por ser el color de la sangre o el de la pasión-, lo cierto es que se
trata de un color idóneo para ponerle a uno en posición defensiva; '¡peligro,
algo va mal!'. Resulta difícil evitar, cuando uno recibe un escrito suyo
corregido con anotaciones en rojo, caer en la desolación que suele acompañar a
la sensación de fracaso y centrarse en los errores como parte del aprendizaje.
Todo sería tan distinto si un examen -o el manuscrito de un escritor que llega
a las manos de un editor dispuesto a echarle un vistazo- fuese revisado -que es
una forma más positiva y optimista de corregir- bolígrafo verde en mano... Sin
duda el verde destacaría tanto como el rojo, o casi, en un mar de letras negras
o azules -los colores comúnmente utilizados- pero, a diferencia del clásico
tono colorado, aportaría a las acotaciones realizadas por el corrector, un
carácter bien distinto, un toque de esperanza; la de que en la siguiente
ocasión, en un futuro próximo, la lección esté aprendida y todo vaya mucho
mejor.
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