jueves, 6 de junio de 2013

     Fueron tres días harto complicados. En primer lugar estaba la fiebre, que desde que se manifestase por primera vez, el domingo, no había bajado nunca de los treinta y ocho grados. También estaban las nauseas, los accesos de tos, la desorientación que acompañaba a la fuerte sensación de mareo y una cefalea mordaz. Por otra parte, el teléfono no dejó de sonar ni un segundo, así que, al menos, no tuvo tiempo de preocuparse por lo que se le venía encima; a estas horas, imagino, todo habrá acabado y ya no tendrá vuelta de hoja.

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