martes, 23 de julio de 2013

ALGUNOS BUENOS RECUERDOS
     Cuando no era más que un crío, solía oír una canción que hablaba sobre los cambios; 'voy a tener que ser un tipo diferente -decía-, el tiempo me cambiará'. Y vaya si lo ha hecho... Pero no es de eso de lo que hoy quiero hablar; hoy no me importa el presente, no tengo ganas de prestarle atención, ni de preocuparme por el porvenir, el futuro. No, hoy me apetece echarle un ojo al pasado, a los ecos de lo que un día fueron bellas melodías acariciando mis oídos.
     Recuerdo un disco de Loquillo, 'El ritmo del garaje', que mi padre me regaló cuando tenía siete u ocho años. Fue el primero de los dos mil y pico con que cuenta actualmente mi colección personal, amén del origen de mi obsesión con el mundo rockabilly en general y con la figura del 'Loco' en particular. Recuerdo un bolígrafo retráctil de Inoxcrom; con él podría haber escrito algunos de los mejores poemas de la historia de la literatura, ¡era precioso! Recuerdo un libro de Joles Sennell, 'El lápiz fantástico', me enloqueció cuando lo leí con ¿siete años, seis? Lo mismo me pasó con 'Ha llegado un extraño' de Mollie Hunter y 'La nave fantástica' de Jordi Sierra i Fabra. Recuerdo ver a Miguel Indurain ganar un Tour detrás de otro, y recuerdo a Perico Delgado hacerlo antes. Recuerdo unos cactus enormes, unos higos plagados de espinas, una choza hecha con unas cuerdas, cañaveras y una manta. Recuerdo a mi abuela tejiendo en la playa, a mi padre clavando una sombrilla inmensa que parecía de punto y a mi madre sonriendo con un ridículo gorrito azul. Recuerdo a mi abuelo saliendo del mar con un par de medusas en las manos y frotándoselas por todo el cuerpo. Recuerdo un Seat Panda incursionando en un descampado mientras yo me pongo mi camiseta de la Selección Española. Recuerdo una vieja máquina de escribir, una Olympia SG3, y a mi padre aporreándola al tiempo que discutía con alguno de sus muchos amigos imaginarios.

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