jueves, 4 de julio de 2013

     Cuando uno habla sobre Filosofía y filósofos, suele mentarles -hacer alusión a sus palabras- en presente; por ejemplo: "dice Carlos Marx...". Esto se debe, en mi opinión, más que al hecho de que sus ideas continúen vigentes en nuestro tiempo, al respeto o admiración  o afinidad de quien lo parafrasea, otorgándole así al 'pensador' de turno una validez y razón que no siempre han de ser compartidas por el receptor del mensaje en cuestión.
     Hecha esta aclaración, decía el 'simple' de Max Webber que ser a la vez hombre de estudio y de acción, resulta un ataque a la dignidad de ambas vocaciones. Últimamente abundan los seguidores de su doctrina; en los países más desarrollados -o que pretender creerse y hacer creer al resto del mundo que lo son- se cuentan por millones.
     No hace mucho conocí a un tipo, un gran 'gurú' ideológico con fama de reaccionario, insurgente, polémico y qué sé yo cuantas cosas más. El caso es que después de varias horas de discurso unidireccional, me decidí a tomarle el testigo y ofrecerle una solución con la que afrontar los muchísimos problemas sociales que señalaba, todos ellos causa directa de la inacción de los ciudadanos de a pie de hoy en día: el propio movimiento como ejemplo. "Ah, no -me respondió con presteza cuando le insinué que podía contar conmigo si se decidía a hacer algo-, eso no; yo soy un ideólogo, un pensador, un motivador, nunca un brazo ejecutor. Eso no se me da nada bien". Le pregunté cómo podía estar tan seguro si nunca lo había intentado. "Créeme, lo sé -contestó con un tono muy digno, más propio de un catedrático impartiendo una clase magistral, que de un igual compartiendo anhelos e ideas-; a eso me refería, lo mío es pensar".
     ¡Hay que tener la cara bien dura! Salid a la calle muchachos, sublevaos contra todos esos mentirosos traidores y corruptos que ostentan el poder mientras se ocultan tras portentosos muros coronados con intrincadas alambradas y custodiados por funcionarios pagados por todos nosotros; cuando lo hayáis hecho y recuperado el poder, avisadme y yo acudiré veloz para enseñaros qué hay que hacer después.
     El hombre ha sido creado como un ser potencialmente completo, y a ello debe aspirar. Perseguir su perfección, cerrar el círculo. Sólo aquellos pensadores que se atreven a arriesgar su propio bienestar y comodidad por intentar iluminar a los demás, merecen mi respeto. Dice Igor Paskual, que no es filósofo ni ha creado escuela -de momento-, que los libros de un moralista que no están relacionados equilibradamente con su propia vida, llevan a que éstos pierdan su valor. Habrá que resucitar al señor Webber y presentarle al señor Paskual.

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