NADA
(Epicoema
de reducida longitud
aunque no modestas pretensiones)
Me preguntó,
como siempre
inquisitivo,
exigiendo su
propia y amada
respuesta
vacía,
esperando
no estoy
seguro si algo
o un simple y
eterno silencio….,
¿quién puede
saberlo?
Y respondí
fiel a mis
opciones más bien escasas,
casi dejándome
llevar,
rodando;
nada.
No hubo
silencio,
simplemente
nada;
sin
procedencia ni proceso,
ni remite sin
señas…,
no hubo nada.
Entonces
decidió
-digo decidió
porque lo conozco-
cambiar su
semblante
y sonrió,
me preguntó
por ti;
nada,
ya lo he
dicho, nada.
“Cómo nació el
Rock’n’Roll”,
está claro
-al menos a mí
me lo parece-,
intentaba la
proximidad
cómplice
instigador del ruido
oculto,
pero es
cierto, ya lo he dicho;
nada.
Buscó entonces
en el fondo
oscuro
de mis raídos
y estrechos pantalones
negros,
con manos de
acero
y frío en los
ojos,
a la
desesperada
del que busca
oro
por última vez
y no halla ni
tierra
en la que
escarbar…,
nada.
Y me diste
calor…;
abrigo nuevo
para el hielo familiar,
y una noche
lejos,
en la distante luna del ruido
y el olvido.
Volvió vacío;
sin nada el la
lengua,
sin flechas en
las manos,
sin rojo en la
paleta,
sin gorro
estúpido,
sin perros
hambrientos,
sin palomas
mutiladas.
Y creo,
solamente lo
creo
-porque sólo
puedo ahora creer-,
esperó a que
te durmieses
para intentar
matarme
sin ruido
-porque yo no
grito
cuando tú
duermes-,
y entonces me
fui.
Caminé mucho y
muchas
noches
distantes
en el intento
imposible de olvido
de tus ojos,
y ella…;
volví.
Sin nada y por
nada,
o tal vez todo
después de
Buenos Aires
y tus ojos.
Más tarde
llegó el mar…
.
Aún más tarde
llegaron los
ángeles
no
celestiales… .
Al fin me
hallé
sentado
en la cocina,
frente al
escorpión preparado
para el ataque
mortal
y sin nada;
“adiós amigo,
no me puedo
defender,
adiós,
ya me voy
para no
volver”.
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