viernes, 20 de septiembre de 2013

DIARIO DE UN LIMPIADOR PROFESIONAL:
ACERCA DEL LÓGICO DEVENIR DE LA ASUNCIÓN DE UN ROL
     Después de algo más de diez años dedicándome a limpiar la porquería de los demás, a recoger y gestionar sus desperdicios, algunos de mis clientes han terminado por verme como a una suerte de cubo de basura andante; me gritan, engañan, desprecian y menosprecian, dejando patente la opinión que mi 'sucia' actividad les merece. Da lo mismo que gracias a mi ellos queden libres de tener que vérselas con su propia mierda, para ellos yo no soy otra cosa que un gran contenedor de residuos, execrable y maloliente, un buen destino para cualquier flema expulsada a gran velocidad. De no ser también necesario, imagino que más de uno disfrutaría golpeándome hasta verme caer al suelo para después patearme hasta la muerte.
     Me pregunto dónde está mi espíritu combativo, dónde diablos se han quedado mis ganas de plantar cara frente a lo irracional y reescribir los malos guiones que jamás debieron ser dados de paso. Cualquiera diría que me he convertido en uno de esos patéticos personajes de las novelas de Toole o Bukowski, carentes de personalidad o afecto hacia sí mismos; Salavin a punto de partir. Antes yo no solía ser tan sumiso, tan apaático como si por mis venas no corriese sangre caliente y gitana, ...no; no permitía que nada me tumbase, que nadie me pisase -ni tan siquiera que lo intentase- y hoy, en cambio... aquí me tenéis, en el suelo y sonriendo, sin reaccionar ante la hipocresía y el despotismo, dejándome llevar por esta cruel marea.
     Hace años, recuerdo, heredé un viejo ejemplar de 'Juan Salvador Gaviota' en el que un buen día mi padre, pervirtiendo las honorables palabras de Richard Bach, plasmó sus impresiones acerca del vacío y la soledad que experimentan aquellos que, erigidos en pioneros exploradores, en él se adentran. Sentimiento de identidad; acuden a mi cabeza cuestiones eternas, ¿la historia se repite? ¿Estamos condenados a ello?
     Quizá se trate de eso; siempre habrá clientela para las prostitutas del capitalismo, la mayoría misóginos, rizando el rizo. Y, al fin y al cabo, eso es lo que soy hoy, un alma vendida al enemigo por un puñado de sucios billetes con los que poder seguir girando en esta maldita rueda en que el 'hombre' ha conseguido convertir a la sociedad de nuestro tiempo.
     Por el momento, se despide éste, otrora luchador y transgresor hombre, hoy simple deshecho humano, un despojo capaz -supongo- de cualquier aberración imaginable por unos céntimos más, la vergüenza máxima para aquel que fui. Con la vaga esperanza de, al menos, resultar de alguna utilidad para los que vengan detrás; sírvales de ejemplo y advertencia: como de la vida, de este juego uno sólo sale cuando ha tocado el suelo.

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