miércoles, 18 de septiembre de 2013

CULTURA POPULAR (1)
     ¡Para el niño, para la niña! Oiga 'usté', lo tengo baratito; que lo traigo 'rebajao' ¡oiga!
     Camisetas rojas, verdes, blancas, azules, amarillas, negras y marrones; camisetas de cuatro tallas diferentes, plagadas de enormes, ¡no!, gigantescos logotipos con los que realmente, siempre que las llevas puestas, le haces publicidad gratuita a los fabricantes. No, no, espera... Es peor aún; tú eres el que paga por hacerles el trabajo de pasear su escudo, insignia, blasón -quién da más- imagen de marca, distintivo, emblema -etcétera, etcétera-. Cuanto mayor el logo, más caro el producto a pasear. Existen de hecho, camisas que, según cuentan las leyendas, tienen mangas y cuellos que sobresalen de un bordado que representa a un jockey montado sobre un caballo árabe que ocupa la pechera entera de hombres de noventa kilos y metro ochenta y cinco...
     Yo prefiero comprarme camisetas de tres euretes en el mercadillo, o de las que venden como ropa interior, entre cinco y ocho, sin publicidad, ¿a santo de qué voy a pagar yo por hacerle el trabajo a otro? Les haces los pertinentes kilómetros sin tener que caer en estúpidas conversaciones del tipo "ah, qué bonita camiseta, ¿es de Juanito Martínez?" No, coño; es mía, la he pagado, pregunta en la tienda.
     A mí lo que de verdad me gustaría es ser como Michael Jordan en sus tiempos, y que me llenasen la cartera por ir por mi ciudad pegando saltos y diciendo chorradas como "señora, no se lo piense más y simplemente hágalo". Y después, como decía aquel, a rascarla.

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