COKILI:
HISTORIA DE UNA PRIMERA PALABRA
En rigor 'cokili' no es una palabra; no lo
es, de hecho y entre otras razones, porque no está reconocida por la Real
Academia Española de la Lengua. No está incluida en el diccionario, como
tampoco lo están otras como 'chupi' o 'supercalifragilisticoespialidoso' o
'cuqui'; 'guay' en cambio sí que aparece registrada. Todos ellos son términos
claramente infantiles, pertenecientes al acervo cultural de los parlantes
primerizos -o debutantes- y, con independencia de su aceptación o no por parte
de la Real Academia, todos ellos tienen un significado que todos nosotros
podemos identificar y definir con bastante unanimidad. Seguro.
Así que creo que podría decirse que
'cokili' fue mi primera palabra, más allá de significados y significantes
reconocidos, o de su difusión y uso lejos de mi entorno más inmediato. El hecho
es que fue la primera combinación de sílabas no repetidas que salió de mi boca;
nada de 'coco' o 'cucu', ni tampoco 'nino' o 'apum' -que, por otra parte,
pueden tener muchísimo sentido para sus usuarios habituales-. Cokili, palabra
clave y comodín en todas mis disertaciones. Cuando comencé a hablar, esto es, a
soltar 'cokili' de cuando en cuando, no había cosa que me gustase más que ver
llegar a mi padre del trabajo para poder charlar con él. Esto es algo que
deduzco de las muchas historias que me han contado acerca de aquellos primeros
días míos como comunicador; obviamente no recuerdo gran cosa de aquella época.
Aunque digo 'gran cosa' y no 'nada' porque no sé hasta qué punto pueden mis recuerdos
estar confundidos con mi imaginación. ¿Quién sabe? Podría ser que realmente lo
recuerde todo a la perfección. El caso es que, cuando llegaba a casa, lo
primero que mi padre hacía era acudir en mi busca y preguntarme qué tal me
había ido el día; "cokili" respondía yo, "cokili cokili,
co-kili... ¡cokili!". Siempre la misma palabra, jamás idéntica entonación.
En mi cabeza, sin duda, cada sutil diferencia le confería un nuevo significado
a mi 'palabra angular'; mi padre, en perfecta sincronización con su
primogénito, me ayudaba a redactar las normas de uso de mi nuevo idioma
mientras conversaba conmigo durante -al menos a mi me lo parecían -
maravillosas e interminables horas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario