-La madre que los parió -gritaba Pascual
desde su furgoneta de reparto urgente de medicamentos-, cinco ciclos de
semáforo sin movernos y ellos sin aparecer; ¡¿dónde estarán?!
Quiso la casualidad que en ese preciso
instante se encontrase paseando por la acera, a la altura donde el atasco le
había confinado, un conocido suyo, Fermín, que oyó sus lamentos y se acercó
hasta su ventanilla a medio bajar.
-Pero Pascual, ¿a qué tanta queja?
Nuestro amigo, sin sorprenderse al ver
aproximarse a Fermín, posiblemente por la creciente excitación, le responde sin
ni siquiera saludar:
-Pues, ¿has visto tú qué lío tenemos
montado? Más de un cuarto de hora llevo sin moverme. ¿dónde está la Policía
Local a estas horas? Deberían regular el tráfico, se supone que ese es uno de
sus cometidos, ¿no?
-Se supone -contesta Fermín a su amigo
Pascual-, pero es que últimamente están muy ocupados poniéndoles multas a los
hosteleros que han decidido sacar un tonel a la puerta de sus establecimientos;
ya sabes, es muy difícil compaginar la obligación con la devoción y, después de
todo, no dejan de ser funcionarios, eso de 'al servicio del ciudadano' es un
poco etéreo. Más bien están 'al servicio del excelentísimo ciudadano señor
alcalde' -y, guiñándole un ojo, añade-; tú ya me entiendes.
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