jueves, 12 de diciembre de 2013

     Quería escribir; de hecho, podría decirse que eso era todo lo que quería, escribir. Soñaba con disponer de tiempo suficiente para sentarse en su sillón, delante de su escritorio, y verter sobre las hojas de uno de sus muchos cuadernos ríos de tinta negra con su viejo compañero de aventuras, un 'Parker' que su padre le había regalado hacía algunos años.
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     Jacob Martín creció lejos de su familia -al menos de la mayor parte de ella-; solía sentirse un bicho raro, siempre con algún libro entre las manos, soñando historias que nadie más conocía y meditando acerca de cuestiones que no parecían importarle a ninguna otra persona. "Imagínate que el mundo es un huerto lleno de tomates y tú eres un maravilloso y lozano tomate, grande, rojo y tan apetecible que cualquiera se arriesgaría a aseverar que, más que sabroso, serás exquisito"; así le había explicado con diez años un psicólogo qué significaban los resultados de aquellas pruebas que indicaban que sus capacidades, a priori, parecían ser ligeramente superiores a las de la mayoría de sus amigos. "¿Un tomate grande y maravilloso -pensó él-; acaso debería aspirar a convertirme en gazpacho, o será mejor formar parte de una ensalada de verano en un chiringuito de la costa de Almería?".
     En total, la madre de Jacob hizo que le viesen tres psicólogos y un psiquiatra; todos ellos dijeron lo mismo. El primero era demasiado joven, el segundo muy viejo, la tercera mujer y el último se negó a recetarle algo.
     Primero conoció a Vanesa, amante del arte y pintora avezada, y a Andrea, lectora empedernida como él, silenciosa y con inclinación a la reflexión. Esa noche, Jacob escribió: cuando el dolor llega a ser tan grande que toca todo lo que encuentra a su paso, lo que menos importa es de quién es la culpa.
     Más tarde llegaron Sara y Clara. Sara no puede evitar emocionarse con cualquier proyecto que emprende, es... como un niño pequeño fascinado porque acaba de descubrir algo que todo el mundo cree conocer desde siempre; Clara es inteligente, racional y prudente. A Sara la inspiración le fluye por las venas; la mirada de Clara es todo candor, cuando te mira parece gritarte "eh, ¿sabes que tienes toda mi atención?". A Sara y a Clara les encanta la música, Sara persigue sus sueños a través de las manchas de tinta que toman forma en cientos de folios expectantes, Clara busca la verdad a cualquier precio a través de las diferentes avenidas de la razón. El día que Jacob las conoció sintió, por primera vez en su vida, que pertenecía a algún lugar; "hoy sé que todo lo que siempre he sido, es consecuencia inapelable de la sangre que corre por mis venas. Al fin, después de toda mi vida -pensó él-, puedo decir que soy, sencillamente, uno más de mi estirpe".
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     Algunas noches, después de una larga jornada laboral y a pesar del cansancio, se atreve a encararse con el vacío blanco y pelearse con palabras difíciles de domar; duda acerca de sus propias posibilidades estando mermadas sus languidecidas facultades, pero a pesar de todo sucumbe a sus primitivos instintos y escribe. "Después de todo -se dice-, lo llevo en los genes".

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