Estimados
ciudadanos de un país libre;
Yo soy el cuarto niño que morirá mañana en
Siria; conmigo, si no me fallan las cuentas, serán ya 8.000 los menores de edad
fallecidos en esta guerra, esta disputa entre un tirano y sus amigos, unos
milicianos desorientados y nerviosos, unos cuantos poderosos apoltronados,
algunos aspirantes al título de 'manda-más', varios terroristas oportunistas y
unos pocos soñadores ansiosos por conquistar la paz y la libertad.
Mañana, a estas horas, cuando se cumplan
tres años del comienzo 'oficial' -al menos para el resto del planeta- del
'conflicto' que asola mi país, yo ya habré fallecido. Todo será muy rápido, no
os preocupéis por mí; un grupo de hombres, pertenecientes a alguna de las
facciones beligerantes -ignoro si una de las buenas o de las malas, aunque eso,
la verdad, no me importa en absoluto-, entrará en mi casa disparando a
bocajarro contra todos los que nos encontramos dentro. Moriremos mis padres, el
hermano de mi padre, mi abuela materna, mi hermana pequeña y, por último, yo.
Desconozco el motivo, la razón que
justificará o validará mi muerte, la muerte de un crío de doce años. Lo que sí
sé es que mañana estaré muerto antes de la puesta de sol; no será por una
cuestión de estadística, ni por darle a algún periódico una cifra redonda con
la que abrir en tan significativa fecha. Eso lo sé, igual que sé que 8.000 niños
muertos en tres años de guerra civil en Siria, no es nada al lado de los 10.000
que pierden la vida, cada día, en el continente africano a causa de la falta de
alimentos. Pero, acerca del motivo de mi asesinato -¿puedo llamarlo así?-, nada,
todo lo ignoro.
Imagino que ustedes, ciudadanos de un país
libre, desarrollado y evolucionado -no como el mío- sabrán cual es la razón
para que sus ejércitos no intervengan en esta locura y la detengan. Supongo que
8.000 niños muertos no sirven para justificar ninguna intervención; me pregunto
qué sirvió para avalar su decisión de entrar en Irak y liberar al oprimido
pueblo, o cual fue la razón clave que les convenció de que no era mala idea
apoyar a los insurgentes en Libia. Está claro que en esos países la situación
debía de ser infinitamente peor a la nuestra, de otra forma no podría entender
que aún no se hayan decidido a ayudarnos. Mi padre dice que todo se debe a que
aquí, en Siria, no hay nada que les pueda interesar, con lo que puedan hacer
negocio, pero yo no creo que los habitantes de un país libre y justo puedan
permitir esta masacre si no es por algún buen motivo, y no simplemente porque
no sale rentable defender a otros seres humanos; quién podría pensar que
ustedes son así.
En fin, permítanme agradecerles el tiempo
que les he robado con éstas, mis últimas palabras; entenderán que, ante la
certeza de que mi final se acerca, he sentido la necesidad de compartir mis
pensamientos con algunas personas inteligentes, con gente de bien, no como las
bestias que moran por aquí. Se despide, desde este pequeño lugar del mundo,
para siempre, su amigo Samir.
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