LA PATERNIDAD
La paternidad lo cambia todo, incluso la
cara que veo cuando me miro en el espejo.
Un regalo por descubrir, muy despacio, con
paciencia, poco a poco. Ahora somos una familia, tres novatos; una pequeña
debutante en un nuevo mundo y un par de aprendices asustados. Hay tanto por descubrir...
Yo siempre he sido un tipo muy ocupado,
milimétricamente organizado; papá tiene que escribirle una carta a un agente
literario, papá tiene que actualizar un par de artículos de su blog, papá tiene
que ir a comprar unas pilas y una bombilla de bajo consumo, papá tiene que
regar las plantas de la ventana del salón, papá tiene que preparar un
presupuesto para un cliente, papá tiene que llamar por teléfono a un montón de
gente con la que tiene que hablar, papá tiene que limpiar sus zapatos, papá tiene
que pasar el aspirador, papá tiene que arreglar no sé qué que se ha roto. Pero,
sabes qué, a papá todo eso le da igual; lo único que le apetece a papá es
sentarse contigo en el regazo y observarte con calma, con todo el tiempo del
mundo.
La paternidad lo cambia todo. Desde hace
una semana -mi hija nació hace exactamente siete días y once horas-, siempre
que estoy fuera de casa, lejos de mi mujer y nuestra hija, todo en lo que puedo
pensar es en volver y abrazarlas a ambas, reunificar una vez más a esta pequeña
familia que hoy representa el más grande de los mundos para mí. Ahora, todo
tiene otro color; el que le otorga este nuevo prisma desde el que todo lo
observo. Salgo a trabajar porque, como un lobo alfa, mi deber es proveer a mi manada
de cuanto puedan precisar, cumplo mis obligaciones con devoción y alegría, pues
sé que con ellas siembro el camino que más tarde mi pequeña recorrerá, y espero
que cuando lo haga, éste se encuentre lleno de hermosas flores y no de baches y
barro. Incluso estas palabras; nunca antes fueron tan necesarias. Por una parte
son el testimonio, disponible para ella desde hoy mismo y ya para siempre, de
mi amor por ella, pero además, son el anhelo de que su inspiración trascienda
estas páginas y le diga al mundo entero cuán fácil es ser feliz, sentirse
pleno, completo... simplemente con una sonrisa compartida por un par de padres
novatos y una debutante que aún no sabe nada de ese mundo que la espera ahí
fuera.
Sí, es cierto, la paternidad lo cambia
todo; a papá ya no le duele la espalda, ni le molesta ese pitido que desde hace
unos días ya no siente en la cabeza, a papá no han vuelto a darle calambres en
la pierna derecha, y hasta parece que al fin ha aprendido a no cortarse cuando
se afeita. Papá está aprendiendo a tomarse las cosas con calma, a darle tiempo
al tiempo, a tener fría la cabeza, a escuchar con paciencia, a mirar con los
ojos bien abiertos; papá está aprendiendo a ser papá, papá ha descubierto otra
forma de sonreír.
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