DIARIO DE UN CONDUCTOR INSOMNE
Conduces y conduces; atrás dejas kilómetros
de humeantes cenizas, restos de un incandescente ayer demasiado lejano. Piensas
que seguramente, ahí fuera, habrá dos o tres docenas de personas esperando que
te detengas y hagas tu gran truco de prestidigitación, convirtiendo este
profundo pozo lleno de emociones informes, en palabras con sentido. La simple
idea te hastía y le devuelve a tu pie derecho la convicción de que lo mejor que
puede hacer es seguir pisando el acelerador.
De vez en cuando dudas acerca de tus
razones; entonces te detienes por unos instantes, te bajas de tu coche y te
aproximas a algún bar de carretera. Antes de cruzar el umbral de la puerta ya
puedes oír a un par de tipos dándoselas de listísimos por haberle timado unos
pocos cientos de euros a un proveedor, mientras en un rincón un joven
desarrolla un elaborado soliloquio acerca de la honestidad y de lo que él haría
"con toda esa panda de ladrones". Entonces te giras para mirar a los
primeros y, al verlos, piensas que no debieron de ser muy diferentes del
muchacho hace unos quince o veinte años. Sientes asco, así que no llegas a
entrar; te giras ante la puerta, mientras una camarera con demasiado maquillaje
como para atreverse a probar suerte y adivinar si es guapa o fea, le pregunta al
recuerdo de tu imagen qué va a ser. Después vuelves a tu vehículo, introduces
la llave en el contacto, arrancas, metes primera, quitas el freno de mano cuando
ya has comenzado a pisar el acelerador nuevamente y vuelves a toda prisa a la
carretera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario