¿Y si éste fuera -pensé- el último
ejemplar, la última copia impresa, de esta obra? Quemarla, arrancar sus páginas
y arrojarlas al feroz Cantábrico o enterrarla bajo diez metros cúbicos de
piedras y tierra húmeda, sería lo mismo que asesinar a su padre antes de concebirla;
borrar hasta el último rastro de que alguna vez existió.
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