sábado, 22 de marzo de 2014

 
    ¿Y si éste fuera -pensé- el último ejemplar, la última copia impresa, de esta obra? Quemarla, arrancar sus páginas y arrojarlas al feroz Cantábrico o enterrarla bajo diez metros cúbicos de piedras y tierra húmeda, sería lo mismo que asesinar a su padre antes de concebirla; borrar hasta el último rastro de que alguna vez existió.

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