domingo, 6 de abril de 2014

EL CREADOR DE SUEÑOS (TEJIENDO GUIONES)
     -No, no, Señor Atwanson; por supuesto que tengo claro que la poesía no es lo mío.
     -Me alegro de que, al menos, no se engañe a sí mismo.
     -Eso nunca -tajante, casi enfadado-. En cualquier caso -con un atisbo de pícara sonrisa comenzando a dibujarse-, Señor Atwanson, siempre he pensado que la clave para la consecución de cualquier objetivo es la voluntad; en mi opinión, el cambio es posible, la excelencia está al alcance de cualquiera que se proponga firmemente tocarla, abrazarla.
     Atwanson, con los ojos muy abiertos, como platos, igual que hacen normalmente los interlocutores sorprendidos, atónitos, expectantes, emocionados, cautivados o incrédulos; a qué tipo pertenece su mirada es una incógnita.
     -Soy totalmente consciente de que el verso no es una herramienta que sepa manejar con soltura o delicadeza, pero -rápido giro sobre sí mismo, dándole la espalda a Atwanson y mirando ahora, sin ningún interés, a través de la ventana- también es cierto que me tiré quince años escribiendo guiones, todos ellos nefastos, antes de que uno de ellos llamase su atención y me valiese mi primer Bafta. Lo cierto es, Señor Atwanson, que me he empeñado en escribir uno de los más bellos y épicos poemas de la historia de la literatura, igual que un día, hace ya bastante tiempo, me empeñé en convertirme en uno de los más grandes creadores de sueños.

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