martes, 29 de abril de 2014

ROZANDO EL PUNTO DE EBULLICIÓN
     Lo que me enerva, me pone de mala leche y me incita a coger el bolígrafo como si de un arma blanca se tratase, es que el Sistema Nacional de Salud me informe, mediante un escrito que muy amablemente la enfermera de mi hija de dos meses me alcanza, de que la organización  Mundial de la Salud, así como el propio Sistema Nacional de Salud, recomiendan encarecidamente la vacunación de los niños menores de un año con cierto fármaco que puede serles muy beneficioso ante posibles complicaciones pulmonares futuras, así como del hecho de que, habida cuenta de la sempiterna 'crisis económica global', esta necesarísima vacuna no se encuentra sufragada en la actualidad ni total ni parcialmente por el Estado Español.
     Mientras termino de leer, la sonriente enfermera me informa de que la vacuna ha de ser suministrada a través de cuatro inyecciones y que el precio de cada una de ellas ronda los ochenta euros, lo que quiere decir que al final tendré que abonarle a algún feliz farmacéutico la nada desdeñable cantidad de trescientos veinte euros -euro arriba, euro abajo-. Sonrío. La enfermera, solícita y dispuesta donde las haya, me cuenta que no está obligada a ponerle la inyección a mi hija cuando hay conseguido la vacuna; es más, la supervisora del centro de salud le recomienda a su personal que no lo hagan a fin de evitar 'complicaciones', casi, podría decirse, lo tienen prohibido. Pero ella, personalmente, me asegura que jamás se negará a administrarle una vacuna a un crío, aunque ésta, la vacuna, se la proporcione su padre y no el Sistema Nacional de Salud. Gracias, y vuelvo a sonreír.
     Quiere la casualidad que tres segundos después de salir de la consulta de la enfermera de mi hija, llegue a mi teléfono móvil un mensaje notificándome que Hacienda se acaba de cobrar mil doscientos y pico euros en concepto de IVA e IRPF por aquello de ser autónomo y ganar, de vez en cuando, algo de dinero. Sonrío, otra vez..., más bien lo intento pero, mientras mi mujer se pregunta en voz alta qué coño hace el Gobierno con nuestro dinero, yo no puedo dejar de mirar a mi hija, nacida sin pecado ni culpa alguna, y pienso que esta noche tampoco voy a ser capaz de dormir gracias a un dolor de cabeza recurrente que me asola de un tiempo a esta parte.

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