viernes, 9 de mayo de 2014

DIARIO DE UN OFICINISTA CUALQUIERA
     Vaya, parece que el limpiacristales ha estado aquí esta mañana; o puede que viniese ayer, a última hora, aunque veo más probable que hay madrugado algo más que yo y haya venido antes de las ocho y media, ¡no!, antes aún pues yo he llegado a las nueve menos diez y él ya no estaba aquí. Se me ha vuelto a escapar y, dado que calculo que para limpiar todas las cristaleras y ventanales de esta oficina necesitará no menos de hora y media..., claro que eso es sólo lo que yo creo, lo cierto es que ignoro por completo cuánto tiempo puede llevarle dejar todo esto tan limpio y ordenado. Si casi ni se nota que ha estado aquí, salvo por los cristales relucientes, siempre lo deja todo en su sitio, al milímetro, y eso que, me imagino, tendrá que mover bastantes cosas para poder maniobrar con comodidad. Mesas pegadas a las ventanas, montañas de archivadores apilados junto a los separadores de cristal y cables de ordenador por todas partes.
     A veces pienso en él, o en ella, quién sabe; jamás le he visto, no nos conocemos, no hemos coincidido aquí y, por lo que sé, tampoco en otro lugar, Aunque, ahora que lo pienso... cómo puedo asegurar que no es el mismo muchacho que limpia en la cafetería de aquí al lado, tan callado, tan detallista, o podría ser cualquiera de las treinta o cuarenta personas que pasan por esta oficina cada mañana, podría ser cliente nuestro como nosotros lo somos de él. Lo único que tengo claro es que, aún sin saber quién es, sí que sé algunas cosas sobre él, o ella. Sé, por lo pronto, que es una persona aplicada en su trabajo, observador, detallista, minucioso y ordenado, meticuloso, prudente y, me atrevería incluso a decir, listo, alguien con vista; todo ello lo deduzco, exclusivamente de 'las hullas' de su trabajo.
     Sí, a veces pienso en él, sobre todo los días en que llego a la oficina después, poco después, de que se hay ido. Me gustaría conocerle, agradecerle su trabajo, su... buen hacer; invitarle a un café, charlar, quizá intimar. A menudo fantaseo con la posibilidad de encontrar en el limpiacristales de esta oficina a un amigo, un aliado, un igual; entonces, generalmente, me pregunto si alguna vez él pensará en mí, en quién ocupa este escritorio que, sin duda, tiene que apartar cada vez que viene a limpiar. Me pregunto si le dará por imaginar quién soy, cómo soy y, me pregunto, si lo hace, qué pensará.

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