Una
casa no es hogar
por
tener cuatro paredes
de
hormigón o de piedra,
de
ladrillo o hechas con tableros
de
melamina de baja calidad,
con
cuatro, tres, dos... ventanas,
unas
rotas, la otra no,
ni
por poseer un fantástico
techo
de pladur de oferta.
No
importa si es mansión
de
quinientos sesenta y tres metros
cuadrados
con parcela de ocho mil
o
buhardilla descatalogada
de
veinticinco generosos;
mi
hogar está
donde
se encuentra mi corazón,
el
lugar en que esta noche
dormirán
mi esposa y mi hija.
Este
es el preámbulo,
así
comienza -o comenzó-
todo
lo que después
habría
de ser escrito;
la
razón para esta botella
de
vino abierta y vacía,
este
silencio impuesto
en
medio de esta casa
que,
queda claro, no es hogar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario