viernes, 30 de mayo de 2014

Una casa no es hogar
por tener cuatro paredes
de hormigón o de piedra,
de ladrillo o hechas con tableros
de melamina de baja calidad,
con cuatro, tres, dos... ventanas,
unas rotas, la otra no,
ni por poseer un fantástico
techo de pladur de oferta.
No importa si es mansión
de quinientos sesenta y tres metros
cuadrados con parcela de ocho mil
o buhardilla descatalogada
de veinticinco generosos;
mi hogar está
donde se encuentra mi corazón,
el lugar en que esta noche
dormirán mi esposa y mi hija.
Este es el preámbulo,
así comienza -o comenzó-
todo lo que después
habría de ser escrito;
la razón para esta botella
de vino abierta y vacía,
este silencio impuesto
en medio de esta casa
que, queda claro, no es hogar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario