domingo, 25 de mayo de 2014

VOTO NULO
Apreciado señor interventor:
     Me dirijo a usted mediante la presente con la esperanza de que se tome, al menos, unos minutos para leer estas palabras que, así lo he juzgado, bien merecen un voto nulo.
     En primer lugar, ruego acepte mis disculpas ante el agravio que a sus ojos de interventor de mesa electoral, supondrá la profanación de una papeleta para fines tan alejados de la democrática elección de representantes; en este caso, para la expresión de una opinión. Ha de saber, antes de juzgarme, que soy un caso completamente perdido; a la tierna edad de diecisiete años, meses antes de alcanzar la mayoría de edad y estrenarla en unas elecciones autonómicas y locales, ya soñaba con la posibilidad de una democracia que permitiese a cada ciudadano disponer de un breve espacio donde aportar algunas reflexiones acerca de su elección. Claro está, esto sólo supondría un insuflo de aire fresco para mentes perturbadas como la mía, ávidas de insurrección y jarana. No puede ser.
     Ahora, vayamos a la razón -o sinrazón-, al por qué. ¿Por qué un joven inteligente y capaz decide 'malgastar' su posibilidad de manifestar su opinión mediante el ejercicio de la aportación de un voto a uno u otro u otro -no olvidemos que partidos hay más de dos, de tres, de quince y de veinte- opositor al título de campeón del mundo de la política? Podría decirme usted -y en parte estaría en lo cierto, pero sólo en parte- que si no me siento identificado o representado por ninguno de los distintos candidatos o partidos que se me han ofertado en la sección de platos precocinados de la prensa de las últimas semanas, bien podría decantarme por el terrible voto en blanco, que además de negarle mi apoyo a cualquiera, supone todo un ejercicio de madurez y... ¡pamplinas! Verá usted, en mi modesta opinión, aún sin leerse ni una sola de estas líneas, imagínese qué puede pensar cualquiera de un tío que, sin pretender regalarle su voto a nadie ni declararse objetor electivo -así podríamos llamar a quien opta por el voto en blanco-, se toma sus buenos diez o quince minutos en poner en orden sus ideas, plasmarlas sobre un papel que introduce en un sobre con la palabrita 'diputados' inscrita en él, y se encamina a las urnas para depositarlo en una de ellas, aún a sabiendas de que su reflexión no sólo no interesa a nadie, sino que tampoco contará ni a favor ni en contra de ninguno de los insulsos e innecesarios partidos políticos que por nuestras tierras proliferan. La verdad es que, a simple vista, parece mucho más de lo que hace el votante medio. ¿Quién sabe? Quizá algún día el voto nulo no sea tal, puede que llegue a ser considerado un voto especial, más maduro, digno de... pongamos, por decir algo, doble puntuación. El voto nulo, un voto inteligente; podría ser.

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