DEMASIADAS PÁGINAS EN BLANCO
Yo soy un tipo blanco, de metro setenta,
ojos pardos, complexión atlética, más bien fibroso y... cojones oscuros como
los de un negro zumbón; pelotas de negro, que no son negras sino moradas, como
si toda la sangre que uno lleva dentro hubiese pasado tanto tiempo concentrada
ahí, en la entrepierna, que ha terminado por dejar a la vista las consecuencias
de un trombo eréctil jamás padecido.
A mí me gusta beber cerveza; la relación
más larga que he mantenido hasta la fecha es la que tengo con el delicioso zumo
de cebada fermentado. Van casi veinte años y esto no tiene pinta de acercarse a
su fin. Me pregunto, ¿será ésta una de esas relaciones 'hasta que la muerte nos
separe'?
Demasiadas páginas en blanco y, aún así,
demasiadas cosas que decir, pugnando por ser las primeras en la lista de ideas
pendientes a punto de tomar forma. Demasiadas páginas en blanco, demasiados
bolígrafos de tinta líquida negra como las pantallas apagadas de los
televisores LCD modernos, demasiadas latas de cerveza abiertas antes de alanzar
la temperatura adecuada y abandonadas antes de verse vacías, demasiados
teléfonos móviles y ordenadores portátiles y tabletas digitales -no de
chocolate- dando por el culo con esos ruiditos suyos que te avisan de que
alguien quiere saber de ti y alguien quiere contarte alguna estupidez que te
importa una mierda y alguien quiere tocarte los cojones morados de negro
zumbón.
Sí señora, en el colmado también tenemos
pilas; nosotros éramos 'los chinos' de mediados del siglo XX. Tómese otro
refresco de naranja sentada en esta cómoda silla de mimbre mientras le preparo
la cuenta.
Yo, soy un hombre irascible, agrio, egoísta,
intransigente, déspota, moreno y con tendencias suicidas. Si me encuentra por
la calle, un domingo por la noche, camino del colmado, corra por su vida.
Demasiado tiempo libre ocupado en estúpidos
ejercicios innecesarios, irrelevantes, incapaces de aportar nada bueno, aptos
sólo para mentes corruptas, degeneradas, próximas a la putrefacción moral.
Demasiadas jornadas laborales desperdiciadas por culpa de un dolor de cabeza
recurrente e imaginario, falso, que acaba por despertar un terrible dolor de
cabeza real. Demasiadas tardes terminando borracho perdido en la trastienda del
colmado, acariciándote las pelotas moradas de negro zumbón con la mano
izquierda mientras, con la derecha llena de callos, te masturbas con la
violenta imperiosidad con que lo haría un mono titi al que un veterinario cualquiera
acabase de diagnosticar un cáncer terminal.
Y usted, padrecito, ¿en qué piensa cuando
se toca?
Yo soy un hombre con una idea asentada,
establecida, en lo más profundo de la cabeza: ni tú eras tan joven, ni yo soy
tan viejo.
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