domingo, 21 de septiembre de 2014

DEMASIADAS PÁGINAS EN BLANCO
     Yo soy un tipo blanco, de metro setenta, ojos pardos, complexión atlética, más bien fibroso y... cojones oscuros como los de un negro zumbón; pelotas de negro, que no son negras sino moradas, como si toda la sangre que uno lleva dentro hubiese pasado tanto tiempo concentrada ahí, en la entrepierna, que ha terminado por dejar a la vista las consecuencias de un trombo eréctil jamás padecido.
     A mí me gusta beber cerveza; la relación más larga que he mantenido hasta la fecha es la que tengo con el delicioso zumo de cebada fermentado. Van casi veinte años y esto no tiene pinta de acercarse a su fin. Me pregunto, ¿será ésta una de esas relaciones 'hasta que la muerte nos separe'?
     Demasiadas páginas en blanco y, aún así, demasiadas cosas que decir, pugnando por ser las primeras en la lista de ideas pendientes a punto de tomar forma. Demasiadas páginas en blanco, demasiados bolígrafos de tinta líquida negra como las pantallas apagadas de los televisores LCD modernos, demasiadas latas de cerveza abiertas antes de alanzar la temperatura adecuada y abandonadas antes de verse vacías, demasiados teléfonos móviles y ordenadores portátiles y tabletas digitales -no de chocolate- dando por el culo con esos ruiditos suyos que te avisan de que alguien quiere saber de ti y alguien quiere contarte alguna estupidez que te importa una mierda y alguien quiere tocarte los cojones morados de negro zumbón.
     Sí señora, en el colmado también tenemos pilas; nosotros éramos 'los chinos' de mediados del siglo XX. Tómese otro refresco de naranja sentada en esta cómoda silla de mimbre mientras le preparo la cuenta.
     Yo, soy un hombre irascible, agrio, egoísta, intransigente, déspota, moreno y con tendencias suicidas. Si me encuentra por la calle, un domingo por la noche, camino del colmado, corra por su vida.
     Demasiado tiempo libre ocupado en estúpidos ejercicios innecesarios, irrelevantes, incapaces de aportar nada bueno, aptos sólo para mentes corruptas, degeneradas, próximas a la putrefacción moral. Demasiadas jornadas laborales desperdiciadas por culpa de un dolor de cabeza recurrente e imaginario, falso, que acaba por despertar un terrible dolor de cabeza real. Demasiadas tardes terminando borracho perdido en la trastienda del colmado, acariciándote las pelotas moradas de negro zumbón con la mano izquierda mientras, con la derecha llena de callos, te masturbas con la violenta imperiosidad con que lo haría un mono titi al que un veterinario cualquiera acabase de diagnosticar un cáncer terminal.
     Y usted, padrecito, ¿en qué piensa cuando se toca?
     Yo soy un hombre con una idea asentada, establecida, en lo más profundo de la cabeza: ni tú eras tan joven, ni yo soy tan viejo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario