En total, me sobraron tres palabras; en
serio, no sabía qué hacer con ellas, tan ligeras, tan poco definidas, tan
estúpidas e innecesarias. Pensé en conjugarlas, encadenarlas a través de sus...
nueve o diez millones de posibles combinaciones; semejante trabajo me tomó
días, meses de arduos esfuerzos no remunerados e improductivos. Nada. Así que,
al final, me decidí a desterrarlas, sin compasión ni réplicas posibles ni
recursos judiciales ni lágrimas ni espectáculos televisivos ni vuelta de hoja
ni remordimientos. Simplemente 'adiós'; mientras, ella se asomaba a la ventana
y aprendía a llorar.
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