viernes, 12 de septiembre de 2014

TO BE
     Rara vez es uno consciente del momento exacto en que surge una idea, del origen preciso de una reflexión llamada al crecimiento, del punto de inflexión al que después habrá de volverse; en este caso, en cambio, tengo clarísimo cual fue 'el momento'.
     "Estoy pobre", dijo el tío A, "estoy pobre y no puedo comprártelo, no tengo dinero (aquí o ahora)".
     El tío A, al igual que todos sus hermanos, primos, hijos y amigos, pertenece a una burguesía bastante acomodada; no miente cuando dice que 'está pobre', pues conoce la eventualidad de tal hecho: hoy -o puede que durante cierta temporada más o menos prolongada- no dispone de medios económicos abundantes a su alcance. Está, efectivamente, pobre.
     A diferencia de lo que sucede con el inglés, donde el verbo 'to be' se utiliza indistintamente para englobar nuestros castizos 'ser' y 'estar', aquí no tenemos un único verbo capaz de expresar sin distinción el estado -temporal- y el hecho -indefinido, permanente, perdurable, duradero, eterno-.
     Joaquín, en cambio, 'es pobre'; lo tiene claro: "jamás he podido permitirme un buen par de zapatos con los que resguardar mis pies del frío y la humedad invernales, soy pobre". Por supuesto, Joaquín podría comprar un décimo de lotería agraciado con varios millones, y es más que probable que algún día encuentre un trabajo bien remunerado y su situación económica cambie radicalmente de signo; pero Joaquín seguirá siendo -o al menos sintiéndose- pobre hasta el día de su muerte.
     Resulta curiosa la fuerza de ciertas palabras, de determinadas expresiones o estructuras gramaticales, la forma en que su uso prolongado modela ideas en nuestros cerebros hasta arraigarlas de forma incontestable; la magia de la dialéctica.
     Después de crecer oyendo que 'eran pobres' -sus padres, sus hermanos, él mismo... su familia entera-, Joaquín tiene claro que es pobre; lo es, no lo está, y siempre lo será. Con esta certeza Joaquín asume, amén de su inferioridad de medios económicos disponibles frente a algunos de sus coetáneos, una serie de roles y limitaciones propias de los individuos de su clase. Joaquín es pobre y, por lo tanto, ciertos lugares y privilegios le están vetados de por vida; Joaquín no espera alojarse jamás en un hotel de lujo, ni realizar un viaje en primera, ni ir a cenar a un restaurante con seis meses de lista de espera, Joaquín no pedirá nunca un préstamo excesivamente elevado para comprar una casa en la costa mediterránea con unas condiciones increíblemente benévolas. Joaquín, incluso, terminará por asumir que no se merece el sueldo que tendrá ni el trabajo que se lo proporcionará; Joaquín llegará a ser neurocirujano -uno de los mejores de todo el mundo-, además de conservar su puesto como miembro vitalicio del club de los pobres de facto, 'aunque últimamente lleve una buena racha', por supuesto, de prestado.

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