jueves, 2 de octubre de 2014

EL RITMO DEL GARAGE
     Alguien se preguntó en voz alta "y cómo debiera empezar". Eso me hizo pensar; por un lado me repetí la misma cuestión, por otra parte... cómo empecé yo. Recordé a Travis Henderson deambulando desnudo por el desierto mientras nadie hacía ningún esfuerzo por no olvidarle y él ponía todo de su parte por recordar; terminé pensando en el Loco.
     Tenía siete años cuando mi padre llegó a casa con una copia de 'El ritmo del garage' en casete -ni idea de dónde había salido- y, al menos así lo recuerdo, me la dio sin ningún tipo de explicación, sin motivo concreto -no era mi cumpleaños, ni el día de Reyes, y yo ni siquiera sabía muy bien quién era el tal Loquillo-, me la soltó, sencillamente, como si estuviese cumpliendo una misión.
     En la portada de aquella cinta aparecía Loquillo, el Loco, en pose chulesca, apoyado en la reluciente parrilla delantera de un camión, con su tupé perfectamente modelado, un cigarro descansando en los labios, camiseta blanca, vaqueros negros ajustados e impolutas camperas brillantes.
     Tan pronto como mi padre puso en mis manos aquel casete, mi curiosidad se despertó, así que corrí al radiocasete que había en el cuarto de estar y lo puse a funcionar. Uno, batería, dos, bajo y guitarra, tres saxofón, ¿cuatro? Rock and Roll; el señor Sanz Beltrán, Loquillo para amigos y enemigos, hablándome en exclusiva, dirigiendo sus palabras a mi ultra-perturbable cerebro de siete años. Recuerdo que antes de terminar de oír el primer tema volví la vista de nuevo hacia la portada y pensé: "eso es lo que quiero ser de mayor".
     Escuchar 'El ritmo del garage' es viajar en el tiempo; no a un tiempo concreto, sino a todos. Todos los tiempos vividos encerrados en un disco de poco más de media hora de duración... Escuchar 'El ritmo del garage' es recordar a Aitor, el primero en irse, recordar nuestras gargantas rotas intentando gruñir como el Loco, nuestras manos golpeando nuestras pantorrillas 'al ritmo del garage'. Escuchar 'El ritmo del garage' es rocordar a Álex, el último rocker, y a todos, absolutamente todos, mis caídos. Escuchar 'El ritmo del garage' es volver a aquel lejano verano del 95, a mis espaguetis 'lozanos', a mi abuela y sus cien 'durillos', a todas las chicas con las que tonteé y a las pocas que conseguí besar. Escuchar 'El ritmo del garage' es conducir una vez más cada uno de los doscientos y pico mil kilómetros que he recorrido. Escuchar 'El ritmo del garage' es saborear cada trago de cerveza como el primero, oír cada disco recién llegado como el segundo -el primero sólo puede ser uno- y escribir cada palabra como si fuera la última. Escuchar 'El ritmo del garage' es volver a intuir todo lo bueno que la vida te tiene preparado. Escuchar 'El ritmo del garage', es...


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