miércoles, 5 de noviembre de 2014

     Jueves..., ayer fue martes, mañana será jueves, así que hoy... pero no, no es el tiempo lo que importa, ni el lugar; tampoco importan mucho ninguna de las coordenadas con las que los hombres solemos trabajar: por aquel entonces yo aún estaba vivo, los continentes eran uno y todos los mares y océanos lo rodeaban constantemente, como una legión extranjera asediando el castillo propio. Por aquel entonces... pero no, tampoco fue en aquellos días de luz infinita cuando comenzó esta... llamémosla maldición o, si así lo preferís, bendición; lo mismo da tomar una moneda por su cara o por su cruz, su valor sigue siendo el mismo: cero absoluto.
     En aquellos días o noches, oscuros, o puede que simplemente con los ojos cerrados, el sudor estaba siempre presente, mezclándose en bocas ajenas con salivas rancias, recorriendo torsos desnudos de cuerpos extraños, confundiéndose con lágrimas gélidas en último pase antes del comienzo de la sesión dominical. Había un lugar... pero ya he dicho que no era una cuestión de emplazamiento, ni de fecha o situación. No; lo importante, lo verdadera y exclusivamente importante, es que era real, y no un sueño dipsomaniaco, febril y traicionero. Aquel reducto de la consciencia -o de la inconsciencia misma, demente y sutil- lo era todo para aquellos chicos, cansados hasta el hastío del vano transcurrir de los días ordinarios.

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