Fue tan fácil como acercarse a la ventana,
subirse al viejo taburete que llevaba toda la vida allí, detrás del sofá, y
saltar a la calle cerrando los ojos, mientras pensaba "tres, dos, uno...
no me voy a enterar... tres, dos, uno... no me voy a enterar". Cuando al
fin volvió a abrir los ojos, pudo ver su cuerpo tendido en medio de la
carretera, un charco de sangre y varias personas a su alrededor; llevaba más de
media hora muerto, no se había enterado de nada.
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