viernes, 26 de diciembre de 2014

PALABRAS DE DESPEDIDA
     Algunas frases resultan lapidarias; es un hecho, de la misma forma en que otras incitan a la acción, mueven masas y derrotan tiranos, cambian el sentido de la historia o elevan el ánimo colectivo, existen combinaciones de palabras que te plantan, directamente, al borde del precipicio -uno, además, altísimo-, tan cerca de la caída que no puedes evitar sentir que, en el fondo, no tiene mucho sentido resistirse a ella. Entonces saltas.
     Revoloteas, planeas durante un vertiginoso descenso que, desde dentro, parece mucho menos acelerado de lo que es percibido por todos esos observadores impasibles que ayer te saludaban sonriendo. "Bienvenido a tú ocaso", dice alguno; sonríes, sin ganas, pero también sin fuerzas para evitarlo. Esto se acaba.
     Recuerdas cómo empezaste este viaje; era otro tiempo, otro lugar, otra edad, otra fuerza, otras ganas. Piensas en aquellas frases con las que comenzaste miles de escritos geniales que incitaron a la acción, que movieron masas y derrotaron tiranos, que cambiaron el sentido de la historia y elevaron el ánimo colectivo, y buscas en  vano algo que decir ahora que el final está frente a ti, mirándote a los ojos fijamente, casi como si te retase; una suerte de epitafio glorioso, al menos digno. Pero todo esfuerzo resulta inútil, nunca hay palabras adecuadas para la despedida, de la misma forma que tampoco las hay, tantas y tantas veces, para dar fin a un ciclo, a una vida... a este escrito.

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