PALABRAS DE DESPEDIDA
Algunas frases resultan lapidarias; es un
hecho, de la misma forma en que otras incitan a la acción, mueven masas y
derrotan tiranos, cambian el sentido de la historia o elevan el ánimo
colectivo, existen combinaciones de palabras que te plantan, directamente, al
borde del precipicio -uno, además, altísimo-, tan cerca de la caída que no
puedes evitar sentir que, en el fondo, no tiene mucho sentido resistirse a
ella. Entonces saltas.
Revoloteas, planeas durante un vertiginoso
descenso que, desde dentro, parece mucho menos acelerado de lo que es percibido
por todos esos observadores impasibles que ayer te saludaban sonriendo. "Bienvenido
a tú ocaso", dice alguno; sonríes, sin ganas, pero también sin fuerzas
para evitarlo. Esto se acaba.
Recuerdas cómo empezaste este viaje; era
otro tiempo, otro lugar, otra edad, otra fuerza, otras ganas. Piensas en
aquellas frases con las que comenzaste miles de escritos geniales que incitaron
a la acción, que movieron masas y derrotaron tiranos, que cambiaron el sentido
de la historia y elevaron el ánimo colectivo, y buscas en vano algo que decir ahora que el final está
frente a ti, mirándote a los ojos fijamente, casi como si te retase; una suerte
de epitafio glorioso, al menos digno. Pero todo esfuerzo resulta inútil, nunca
hay palabras adecuadas para la despedida, de la misma forma que tampoco las
hay, tantas y tantas veces, para dar fin a un ciclo, a una vida... a este
escrito.
...y busqué entre tus cartas amarillas...
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