MARTE, UNA FÁBULA (O UNA CRÓNICA)
Marte. Hace cuatro mil millones de años;
por aquel entonces no era un árido desierto rojo. Numah observa el cielo: el
sol en todo lo alto; así ha sido, ininterrumpidamente, durante los últimos dos
años. Poco a poco el núcleo comenzó a enfriarse y así, terminó por perder su
magnetismo, la rotación se detuvo y...
Numah piensa en Chant, su primo pequeño;
allá, al otro lado del planeta, donde siempre es de noche, quizá él esté
sentado en su ventana mirando hacia el cielo y pensando en ella. Aunque con
tanto frío parece poco probable. Da igual, desde que todas las comunicaciones
cayeron, no hay forma de saber qué ocurre en cualquier lugar que esté a más de
doscientos kilómetros y, en cualquier caso, Numah no cree que a los habitantes
de fuera de la ciudad les hiciese gracia descubrir que unos cuantos de ésta,
entre ellos su propio padre, estén construyendo una aeronave con la que planean
abandonar su mundo e instalarse en el planeta vecino con la esperanza de que no
haya vida inteligente, puedan colonizarlo y prosperar en él.
Tierra, así planean llamarlo. Quién sabe
qué aventuras les aguardan en aquel lugar, cuál será el destino de todos los
amigos y hermanos que tengan que esperar a que los colonos estén en condiciones
de organizar un éxodo masivo para todo el planeta; qué milagros obrará el paso
del tiempo en una tierra tan parecida a la marciana y, a la vez, tan distinta.
Qué aspecto tendrá nuestro rostro dentro de mil millones de años, después de
haber sobrevivido al fin de nuestra civilización, cuando ya no quede rastro de
nosotros en la que ha sido nuestra casa. Cómo serán nuestras caras, nuestras
manos, estas piernas fuertes con las que ahora, nos disponemos a saltar.
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