viernes, 20 de noviembre de 2015

MAÑANA
     Mañana no será otro día. A pesar de que unos seis billones y pico de personas en todo el mundo se empeñen en el autoengaño, mañana no será otro día, lleno de promesas nuevas y posibles por cumplir; mañana no verá la luz una colección de oportunidades recién horneadas cuya materialización esté prácticamente garantizada. No.
     Mañana el despertador volverá a sonar, el agua caliente volverá a acabarse, volverás a desayunar a toda prisa, llegarás tarde una vez más, volverás a discutir con algún imbécil y tendrás que morderte la lengua, otra vez, con otro par de idiotas. Comerás, beberás, reirás por chistes sin gracia y tendrás ganas de... llorar o matar o matarte; todo como hoy, todo como ayer.
     El tiempo condenado a la repetición hasta que explotes, hasta que revientes y, extenuado, alces la vista hacia algún semejante tan cansado como tú, e implores piedad: sé humano, acaba conmigo por Dios.
* * *
     Mañana no será otro día; mañana será el mismo día que ha sido, es y será desde el comienzo de la sociedad moderna y hasta el fin de la misma. No pretendo redactar un manifiesto sindical, proletario o socialista; al diablo los líderes sindicales, al diablo los comunistas, los socialistas, los fachas, los progres, los represores y los demócratas. Al diablo todo aquel que necesite escudarse en unas siglas o protegerse tras un logo para sentirse realizado como miembro de un rebaño que cumple a la perfección con el papel que se le ha asignado. Lo que yo quiero es el despertar del hombre como individuo. Esto no quiere decir que proponga el individualismo como camino a seguir sin desvíos de ningún tipo; lo que quiero cuando hablo del individuo despierto es llamar la atención individual sobre los intereses de la sociedad a la que pertenece dicho individuo. Todos y cada uno de ellos, de nosotros. Sólo desde el individuo consciente podemos llegar a la sociedad solidaria, luchadora, justa, equilibrada, equitativa, plena.
     Basta con que un eslabón se quiebre para romper la más férrea de las cadenas. Así sucede también con la repetición de los ciclos, con los patrones asimilados e interiorizados; basta con que un hombre rompa, con decisión, su rutina para que la rueda deje de girar y la sociedad entera sienta un pequeño sobresalto que, quién sabe, tal vez pueda tener consecuencias de magnitudes titánicas.
* * *
     Soy siete veces más fuerte que tú, muy veloz, y NO siempre estoy de buen humor.

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