domingo, 13 de diciembre de 2015

ALGO PARA IR TIRANDO MIENTRAS LLEGA EL FRÍO
     Todo el mundo quiere algo: misiones, objetos, pasiones.
     Pasos de Semana Santa desafiando los límites del incrédulo, un bolígrafo negro luchando por terminar de escribir su propio testamento al tiempo que constata que no le queda ni una gota de tinta dentro.
     Si yo fuera poeta... Los hombres grises son tristes, aunque no tanto como los azules; los hombres negros son sucios, pero al menos siempre van de frente. Los hombres blancos esconden algo. Si yo fuera o fuese poeta, esto sería un poema y nadie dudaría de su contundencia; si yo tuviera un premio al poeta del años, un montón de universitarias con vaqueros ajustados y blusas blancas, azules y amarillas bailarían al son de mis ausentes rimas.
     Todo el mundo quiere algo: algo de ti, algo de mí.
     La coherencia, al parecer, no es algo que se pueda exigir. Televisión, demasiados canales, política-basura no corrupta, periódicos, política corrompida, zapatos baratos, zapatillas caras, política apolínea, un sueño del pasado, un recuerdo de un futuro prometido que no llegará.
     De mí quieren todo, lo quieren todo; de mí que no tengo y sólo quiero un poco de paz.
     Pastillas envasadas al vacío en 'blisters' de veinticuatro unidades que, según prescripción facultativa, usted debiera tomarse a razón de una al día. Y uno piensa en lo ilógico de envasar veinticuatro si has de consumir una diaria; mejor hubiera sido empaquetarlas de treinta en treinta y una, o en cómodos envases semanales de siete, catorce, veintiuna o veintiocho. Pero no, te dan veinticuatro y la orden de echarte a la boca una sola al día durante un par de meses. Veinticuatro, meditas, veinticuatro, te repites, veinticuatro... Y tomas una decisión: veinticuatro, una cada hora.
     Todo el mundo quiere algo: ver amanecer, ver anochecer, dejar de ver.
     Romper las relaciones con todos tus amigos; ellos no te comprenden, no te quieren comprender, están más interesados en decir que te comprenden que en hacerlo realmente. Mejor te buscas un buen psiquiatra, él no te mentirá, no te engañará ni se engañará; tiene claro lo que le interesa: que sigas yendo a verle periódicamente durante el resto de tu vida. Jamás te dirá que está muy ocupado, que tiene que posponer vuestra cita, que tiene que trabajar; tú eres su trabajo. Él sí sabrá qué hacer cuando te creas un poeta de verdad, uno maldito, y te zampes veinticuatro relajantes musculares de caballo.
     Todo el mundo quiere algo, aunque no siempre tenga claro qué.

No hay comentarios:

Publicar un comentario