ALGO PARA IR TIRANDO MIENTRAS LLEGA EL
FRÍO
Todo el mundo quiere algo: misiones,
objetos, pasiones.
Pasos de Semana Santa desafiando los
límites del incrédulo, un bolígrafo negro luchando por terminar de
escribir su propio testamento al tiempo que constata que no le queda ni una
gota de tinta dentro.
Si yo fuera poeta... Los hombres grises son
tristes, aunque no tanto como los azules; los hombres negros son sucios, pero
al menos siempre van de frente. Los hombres blancos esconden algo. Si yo fuera
o fuese poeta, esto sería un poema y nadie dudaría de su contundencia; si yo
tuviera un premio al poeta del años, un montón de universitarias con vaqueros
ajustados y blusas blancas, azules y amarillas bailarían al son de mis ausentes
rimas.
Todo el mundo quiere algo: algo de ti, algo
de mí.
La coherencia, al parecer, no es algo que
se pueda exigir. Televisión, demasiados canales, política-basura no corrupta,
periódicos, política corrompida, zapatos baratos, zapatillas caras, política
apolínea, un sueño del pasado, un recuerdo de un futuro prometido que no
llegará.
De mí quieren todo, lo quieren todo; de mí
que no tengo y sólo quiero un poco de paz.
Pastillas envasadas al vacío en 'blisters'
de veinticuatro unidades que, según prescripción facultativa, usted debiera
tomarse a razón de una al día. Y uno piensa en lo ilógico de envasar
veinticuatro si has de consumir una diaria; mejor hubiera sido empaquetarlas de
treinta en treinta y una, o en cómodos envases semanales de siete, catorce,
veintiuna o veintiocho. Pero no, te dan veinticuatro y la orden de echarte a la
boca una sola al día durante un par de meses. Veinticuatro, meditas,
veinticuatro, te repites, veinticuatro... Y tomas una decisión: veinticuatro,
una cada hora.
Todo el mundo quiere algo: ver amanecer,
ver anochecer, dejar de ver.
Romper las relaciones con todos tus amigos;
ellos no te comprenden, no te quieren comprender, están más interesados en
decir que te comprenden que en hacerlo realmente. Mejor te buscas un buen
psiquiatra, él no te mentirá, no te engañará ni se engañará; tiene claro lo que
le interesa: que sigas yendo a verle periódicamente durante el resto de tu
vida. Jamás te dirá que está muy ocupado, que tiene que posponer vuestra cita,
que tiene que trabajar; tú eres su trabajo. Él sí sabrá qué hacer cuando te
creas un poeta de verdad, uno maldito, y te zampes veinticuatro relajantes
musculares de caballo.
Todo el mundo quiere algo, aunque no
siempre tenga claro qué.
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