INTERLUDIO CEREBRAL PARA UN HOMBRE
CANSADO
Algunos interludios resultan insoportables,
extenuantes e innecesarios los mires por donde los mires. Otros, en cambio, se
agradecen. Con la boca pequeña, sin tomar notas al margen ni avisar a la prensa
para que no olviden hacer una reseña; pero se agradecen.
En caso de impacto masivo de meteoritos
gigantescos contra toda la superficie del planeta, existe una posible salvación
eventual para aquellos que se refugien bajo tierra; en... estaciones de metro,
por ejemplo. Los residentes del entorno rural están jodidos; por mucho mayor
que sea su esperanza de vida en base a la calidad de su alimentación, no hay
bocas de metro ni ferrocarriles soterrados en medio de la vega granadina. Reflexiones
así me quitan, más a menudo de lo que quisiera, el sueño.
A veces no hay palabras suficientes en
todas las lenguas de la Tierra para expresar una simple idea. Pero de vez en
cuando... a algún artesano le da por dar forma a una bombilla con la capacidad
suficiente para albergar toda la luz de la que el más genial de los hombres es
capaz. O lo que viene a ser lo mismo: mucho mayor que tú y yo juntos en el
mejor de nuestros días.
Algunas personas no tienen solución. Tres
segundos es tiempo más que suficiente para quemar cualquier esperanza. El
problema de las soluciones es que no existe cura para ninguna maldita solución.
Después de la Creación viene -lógica
aplastante- la recreación. Violencia en estado puro; demasiada información, más
palabras de las necesarias, muchas noches y teclados ciegos para aprender
mecanografía. No estamos solos, ojalá lo estuviésemos. Paradoja o dualidad de
lo más básico y simple. Quién sabe. Tres, tres, tres... botellas de vino
vacías; ¿quién se las ha bebido? No, eso no es lo importante; resulta trivial
saber quién se ha clavado algo más de dos litros de tinto caldo riojano, lo
verdaderamente importante es conocer los motivos, la razón: ¿por qué coño a
usted le ha apetecido tomarse tal cantidad de vino, caballero?
¿Te duelen las manos? Pero sigues empuñando
el bolígrafo. ¿Se retuercen tus muñecas con espasmos de dolor? Pero vuelves a
aporrear el teclado. ¿Tiemblan tus dedos al intentar pasar una nueva hoja en
blanco con delicadeza? Bienvenido a tu pasión; nadie dijo que esto fuera a ser
fácil, bonito o emotivo: convertirte en el tipo que hace que todo el mundo se
olvide del nombre de Ernest Hemingway no puede ser indoloro. A sudar sangre
toca.
Interludio de verano en una noche de ópera;
pasen, damas y caballeros, disfrutarán de un pase privado en una sesión muy
especial. Tal vez resulte deleznable presenciar a qué llega a rebajarse el ser
humano en condiciones no muy extremas, pero... esto es lo que hay.
Y yo viendo cómo todo esto toma forma a
través de la comodidad de mis tres metros y ciento dieciocho mundos de
distancia bidimensional. ¿Te haces una idea de lo que significa para mí tener
estas viejas manos llenas de callos y pelos enquistados?
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