-Buenos
días; cambio de diez.
Ding, una moneda de euro golpeando el fondo
del vacío cajetín metálico de la máquina tragaperras estratégicamente situada
al lado de la puerta acristalada del café-bar, dónde puede ser divisada desde
cualquier punto de la transitada y céntrica calle peatonal en que el citado
café o bar -o ambas cosas- se emplaza. Tuit-tiu, la máquina se enciende, cobra
vida; comienza el baile: ding dong ding, tuit tuit tiu tiu tiiii, dong
ding-ding. Danza interrumpida hasta nuevo aviso; se hace necesario renovar el crédito.
-Perdón,
otros diez más.
Y la magia continuó.
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