viernes, 18 de marzo de 2016

-Buenos días; cambio de diez.
     Ding, una moneda de euro golpeando el fondo del vacío cajetín metálico de la máquina tragaperras estratégicamente situada al lado de la puerta acristalada del café-bar, dónde puede ser divisada desde cualquier punto de la transitada y céntrica calle peatonal en que el citado café o bar -o ambas cosas- se emplaza. Tuit-tiu, la máquina se enciende, cobra vida; comienza el baile: ding dong ding, tuit tuit tiu tiu tiiii, dong ding-ding. Danza interrumpida hasta nuevo aviso; se hace necesario renovar el crédito.
-Perdón, otros diez más.
     Y la magia continuó.

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