LA INFORMACIÓN
Un hombre muerto no, pero sí cansado,
visiblemente hastiado (aunque hay quien, no del todo equivocadamente, le cree
enfadado). No está claro -aún- si ya está a punto -de estallar o reventar o
arder- para lo que viene a continuación, después de su vida, más allá de sus
miserias; atrás todo: sueños, miedos, esperanzas, desencantos y jaulas.
Se bebe una cerveza, después otra; ningún
trago saboreado, cacahuetes acompañando el nerviosismo ilógico del hombre aburrido.
Todo resulta mecánico: respirar, escribir, pasar desapercibido (nadie parece
fijarse en él; porque, bien pensado, a quién puede importarle la existencia de
este tipo).
A este hombre le han podido la monotonía de
los días gastados en la realidad de la vida y la vasta sombra de los fantasmas
de un pasado atemporal, perpetuo, eterno, del que se siente culpable. No nos
cae ni bien ni mal; nada en él despierta nuestra simpatía, no hay motivos para
detestarle; pero, eso sí, nos resulta interesante: qué diablos le ha pasado,
qué ha hecho, por qué, por qué.
Lo cierto -y realmente triste- es que este
hombre está aquí exclusivamente para eso: satisfacer nuestra curiosidad, poner
de manifiesto que, después de todo, todos nosotros somos unos simples cotillas
ávidos de información; insustancial y trivial información.
No hay comentarios:
Publicar un comentario