Yo no soy Federico García Lorca; tampoco
soy Charles Bukovsky, Chuck Palahniuk, Fedor Dostoyevski o Martin Amis. No soy
el producto de las múltiples reacciones a que te predispone un nombre. No, no
soy ninguno de esos nombres que tantas veces he utilizado, ninguno; y aún así,
soy todos, todos ellos a la vez. Yo soy escritor, lo que me convierte en padre,
madre e hijo: todo el mundo y nadie en concreto, un universo de posibilidades y
ni una sola llevada a término. Yo soy, al fin, el motor perpetuo de mi propia
eternidad.
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