Está sentado delante de la farmacia; el
último hombre del planeta, con su guitarra cargada y a punto de cometer un
crimen final con el que despedirse por todo lo alto de su afición heredada,
está preparado para la acción: si tú quieres yo salto -grita-, si me lo ordenas
me desmayo -susurra-, si lo pides así te mato -sentencia-.
El siglo XXI está, estaba ya antes de
comenzar, saturado, cargado de héroes sin villano; antes o después todos los
buenos, cargados de balas y adrenalina, terminarían por parecer malos. Todo es
cuestión del punto de vista; tan sencillo, tan breve. Como dar de comer a un
pez en un acuario desierto: mientras lo hagas vivirá, si lo abandonas está
sentenciado.
Yo no soy el único dueño de mi destino.
Demos gracias por ello.
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