Tres
pasos dieron, solo tres:
uno
a la derecha,
otro
a la izquierda y
un
último movimiento,
rápido
como el salto de un enfermo,
hacia
el vacío absoluto.
Después
noche,
frío, soledad;
una
masa roja y húmeda
preparándolo
todo para el resbalón final,
como
si todos los corazones,
de
los niños, de los ancianos,
estuvieran
ahora bien sujetos,
encerrados,
en
unas manos que solo saben apretar.
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