domingo, 7 de julio de 2019


Decidió hinchar todos sus presupuestos, para joder; para joder a todos los capullos engreídos que se creen demasiado listos para aceptar las normas de cualquier marco legal, moral o social.
Todo empezó cuando cayó en la cuenta de la cantidad de clientes que le pedían presupuesto para dejar de limpiar su negocio y que, en lugar de contratarle, terminaban 'incorporando' en su plantilla a una chica joven, morenita (= inmigrante en lenguaje políticamente más adecuado), más bien calladita y muy madrugadora. Algo olía mal, lo tenía claro; así que cuando alguien le preguntaba por un servicio, él añadía a todos sus cálculos 200 euros.
Por ejemplo: servicio de limpieza cada mañana, antes de abrir, de una cafetería con cierta actividad nocturna; 400 € + 200 = 600€.
Cuando esto pasaba, nadie le aceptaba el presupuesto, lógicamente (se había escapado del mercado), pero confiaba en que, a la pobre chica ilegal a la que le ofrecían el trabajo, no le pagasen menos de 300 o 320 euros bajo manga, que en el fondo es lo que le hubiese supuesto a él mismo tenerla, legalmente, en plantilla. De alguna forma sentía que así equilibraba la balanza, hacía un poco de justicia.
Inflaba, hinchaba, engordaba... y sonreía. Tal vez había renunciado a ganar unos cuantos cuartos apretando a sus empleados pero, si de algo estaba seguro, es de que así era feliz.

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