Decidió
hinchar todos sus presupuestos, para joder; para joder a todos los capullos
engreídos que se creen demasiado listos para aceptar las normas de cualquier
marco legal, moral o social.
Todo
empezó cuando cayó en la cuenta de la cantidad de clientes que le pedían
presupuesto para dejar de limpiar su negocio y que, en lugar de contratarle,
terminaban 'incorporando' en su plantilla a una chica joven, morenita (= inmigrante
en lenguaje políticamente más adecuado), más bien calladita y muy madrugadora. Algo
olía mal, lo tenía claro; así que cuando alguien le preguntaba por un servicio,
él añadía a todos sus cálculos 200 euros.
Por
ejemplo: servicio de limpieza cada mañana, antes de abrir, de una cafetería con
cierta actividad nocturna; 400 € + 200 = 600€.
Cuando
esto pasaba, nadie le aceptaba el presupuesto, lógicamente (se había escapado
del mercado), pero confiaba en que, a la pobre chica ilegal a la que le ofrecían
el trabajo, no le pagasen menos de 300 o 320 euros bajo manga, que en el fondo
es lo que le hubiese supuesto a él mismo tenerla, legalmente, en plantilla. De
alguna forma sentía que así equilibraba la balanza, hacía un poco de justicia.
Inflaba,
hinchaba, engordaba... y sonreía. Tal vez había renunciado a ganar unos cuantos
cuartos apretando a sus empleados pero, si de algo estaba seguro, es de que así
era feliz.
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