jueves, 4 de julio de 2019


¿Cómo se joden las cosas? La verdad es que, en eso de mandar una incipiente vida a la mierda, no hay épica alguna: las cosas se joden de la manera más tonta.
Por ejemplo: una chiquilla comentándoles a sus padres que quiere ser enfermera, ayudar a los demás; y un gilipollas que contesta que las enfermeras son las secretarias de los médicos y que, así, sólo puede aspirar a ayudar a algún buen médico, como mucho.
Jacobus Stolz convivía con una persona triste disfrazada de alegría absoluta, con un volcán emocional, una mujer frustrada, distraída, deprimida e incapaz de reconocer en sus raptores la fuente de toda su infelicidad.
Hablo de 'raptores' porque, cuando les conocí -a Jacobus y a ella-, solía contar historias de intentos de fuga y escapadas nocturnas para transgredir alguna directriz injusta. El caso es que acabaron minando su voluntad, y lo hicieron inculcándole, a la vez, un terrible sentimiento de perpetua deuda de sangre. Así que se fue marchitando, sin darse cuenta, si querer reconocerlo.
Por todo ello Jacobus les odia, con todas y cada una de sus células; les odia por destrozar un bello, hermoso, ángel de Dios. Y les odia más aún por hacerlo en nombre del Señor.
Pero, por mucho que Stolz entienda, por mucho que empatice y comprenda, la realidad, su realidad, es que se ha quedado solo: solo con un enemigo abúlico y agresivo, solo sin más herramientas que un detonador conectado a un cinturón de explosivos que no recuerda si se ha puesto esta mañana o, por el contrario, le ha dejado a ella antes de salir de casa.

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