domingo, 21 de julio de 2019


Gastamos dinero, por una noche, a lo loco, descontrolados y ansiosos, pero con un halo de tranquilidad aparente envolviéndonos: como si fuésemos los dueños de la ciudad.
Cenamos en un reservado con vino caro, masticamos exquisitas carnes lejos del bolsillo medio, pedimos -nosotros que odiamos el dulce- el más suntuoso postre que encontramos, y fumamos puros gruesos, como aquellos que le sisábamos a nuestros abuelos cuando jugábamos a ser mucho mayores de lo que éramos.
A veces también hace falta derrochar un poco, sentirse elevado, por encima de las propias necesidades y posibilidades, olvidándose durante un par de horas de todas esas preocupaciones que no paran de intentar convencerte de que no vas a poder.

No hay comentarios:

Publicar un comentario