BIENVENIDOS
A LA HALOPECIA
Hacerse viejo no consiste en quedarse calvo
poco a poco -tampoco de golpe, por supuesto-, ni en que el resto del mundo
perciba que tu carácter se va agriando o que cada vez te cueste más acabar un
partidillo de fútbol con tus amiguetes sin tener ganas de vomitar hasta la
primera papilla; no, hacerse viejo quiere decir que, al fin, empieza a
importante exactamente una mierda la opinión, el clásico 'qué dirán', de toda
esa panda de idiotas que de vez en cuando hacen acto de presencia en tu vida
para amargártela poniendo a prueba tu paciencia.
Por ejemplo, el otro día una señora de unos
cuarenta años me envía su currículum para solicitar un puesto de trabajo en mi
pequeña empresa. Entre otras muchas aptitudes, la mujer en cuestión, reseña su,
y cito textualmente, "experiencia en la elaboración de pinchos y
desayunos". Y claro, yo, que empiezo a ser un viejo con mala leche -la
misma que siempre he tenido-, me pregunto qué querrá decirme con semejante
declaración; ¿acaso trabaja la porcelana hasta crear una taza en la que servir
café, o más bien se refiere a que viaja hasta Colombia una vez al mes para
recolectar el grano con el que más tarde preparar, ya en España, un delicioso
'expreso'? De hecho, y teniendo en cuenta todos los datos que me proporciona,
bien podría pensar que se trata de ambos casos, ¿no?
No hay comentarios:
Publicar un comentario