lunes, 18 de marzo de 2013


Un hombre, hay quien dice,
es sólo eso, un hombre, y razón
no le faltará, en parte;
un hombre, claro está, es un 'hombre'
pero no 'sólo'.

Pongámosme a mí por ejemplo;
ahora mismo podría estar a punto
de redactar una declaración de principios,
o de, sencillamente, presentarme ante usted
para comenzar a despotricar acerca
de cualquier tontería que hace unas horas
haya puesto a bullir mi masa encefálica.

(Así soy yo, un hombre indignado
  y no un hombre sin más).

Podría, en este preciso instante,
encontrarme urdiendo algún magistral plan
con el que derrocar un gobierno,
hacer saltar por los aires
la sede del Banco Central Europeo
un domingo cualquiera, o simplemente
levantar a un pueblo entero
en invencible son de paz.

Un hombre puede ser eso,
y no sólo un hombre y hada más;
escultor de palabras que atraigan ideas,
jardinero de colores que dibujen sonrisas,
arquitecto de caricias y movimientos,
poeta de contagiosas miradas emocionadas,
pintor de realidades diferentes, quizá más bellas.
Un hombre, también puede ser
tirano, cobarde, traidor, mentiroso y mezquino,
incitador de odios y gestor del miedo.

Un hombre puede ser aquello que él quiera,
blanco o negro, todo o nada,
uno o todos ¡lo que prefiráis! pero,
no me digáis que un hombre es sólo eso,
un hombre, y que no hay más.

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