ASALTA
TU SUPERMERCADO
Dice
mi amigo Juan Carlos, que es todo un revolucionario en potencia, que no se cree
que de verdad haya tanta gente pasando hambre.
-No puede ser tronco -me dice con cierta
mala leche-, no me lo trago; si hubiese tanta necesidad de comer, la cosa no
estaría tan tranquila.
-¿Tranquila? -le pregunto yo, que soy
bastante más dado a echarme las manos a la cabeza que él-.
-Sí hombre, tranquila, sí. Mira Egipto, un
año ha durado su presidente; que no haces lo que debes hacer en nuestra
opinión, que es la de quienes te han dado el poder, no lo olvides, pues a la
calle.
-Me parece que la situación de Egipto es
algo más compleja que eso -objeto-.
-De acuerdo, pero la esencia es... cómo te
diría yo. A nosotros llevan años dándonos lo nuestro, y ni con esas nos
atrevemos a rechistar.
-Hombre, y ¿qué me dices del 15M, por poner un ejemplo?
-No me hagas reír -me suelta con gesto
amenazante-, poco más que teatro; ¿en serio crees que así puedes conseguir algo?
Que no somos niños de parvulario. Mira, sal cualquier día a la calle a eso de
las ocho o nueve de la mañana.
-Lo hago -le digo-, y mucho antes.
-Pues se ve que no te fijas.
-Fijarme, ¿en qué?
-Tropecientos bares con cajas de Coca-Cola,
agua mineral, zumos de frutas y sacos de bollitos de pan esperando en la
puerta; fruterías con kilos y más kilos de tomates o peras o manzanas sin
vigilancia de ningún tipo, lo mismo que los palés de pan de molde en medio de
la acera, al lado del portón de servicio de cualquier supermercado de barrio.
Si yo estuviese en la calle, muerto de hambre, no tendría el menor reparo en
echarle mano a un par de esos tomates, a un bollo de pan y unos litros de zumo
o agua, y saciar mi más acuciante y primaria necesidad.
-Creo que veo por dónde vas -le confirmo-.
-¿En serio? Entonces, dime amigo mío,
¿dónde están todos esos millones de parados, esos miles de desahuciados, los
padres de todos esos niños que no tienen nada que llevarse a la boca?
-Hombre, Juancar, me parece que lo que
estás insinuando no tiene...
-No tiene qué -me corta-, ¿razón de ser,
lógica, justificación? Por supuesto, querido amigo mío, somos tan civilizados,
tan juiciosos y abnegados..., a quién podría ocurrírsele insinuar que tal vez debiéramos
dedicarnos al saqueo y al expolio por necesidad, o peor aún, parecernos a los
egipcios, que prácticamente, y a pesar de ser una de las culturas más antiguas
de la civilización, son unos animales subdesarrollados. A nadie, por supuesto;
al menos, a nadie que tenga la posibilidad de soltar estas palabras y hacerse
escuchar.
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