domingo, 14 de julio de 2013

ASALTA TU SUPERMERCADO
      Dice mi amigo Juan Carlos, que es todo un revolucionario en potencia, que no se cree que de verdad haya tanta gente pasando hambre.
     -No puede ser tronco -me dice con cierta mala leche-, no me lo trago; si hubiese tanta necesidad de comer, la cosa no estaría tan tranquila.
     -¿Tranquila? -le pregunto yo, que soy bastante más dado a echarme las manos a la cabeza que él-.
     -Sí hombre, tranquila, sí. Mira Egipto, un año ha durado su presidente; que no haces lo que debes hacer en nuestra opinión, que es la de quienes te han dado el poder, no lo olvides, pues a la calle.
     -Me parece que la situación de Egipto es algo más compleja que eso -objeto-.
    -De acuerdo, pero la esencia es... cómo te diría yo. A nosotros llevan años dándonos lo nuestro, y ni con esas nos atrevemos a rechistar.
     -Hombre, y ¿qué me dices del 15M, por poner un ejemplo?
    -No me hagas reír -me suelta con gesto amenazante-, poco más que teatro; ¿en serio crees que así puedes conseguir algo? Que no somos niños de parvulario. Mira, sal cualquier día a la calle a eso de las ocho o nueve de la mañana.
     -Lo hago -le digo-, y mucho antes.
     -Pues se ve que no te fijas.
     -Fijarme, ¿en qué?
   -Tropecientos bares con cajas de Coca-Cola, agua mineral, zumos de frutas y sacos de bollitos de pan esperando en la puerta; fruterías con kilos y más kilos de tomates o peras o manzanas sin vigilancia de ningún tipo, lo mismo que los palés de pan de molde en medio de la acera, al lado del portón de servicio de cualquier supermercado de barrio. Si yo estuviese en la calle, muerto de hambre, no tendría el menor reparo en echarle mano a un par de esos tomates, a un bollo de pan y unos litros de zumo o agua, y saciar mi más acuciante y primaria necesidad.
     -Creo que veo por dónde vas -le confirmo-.
     -¿En serio? Entonces, dime amigo mío, ¿dónde están todos esos millones de parados, esos miles de desahuciados, los padres de todos esos niños que no tienen nada que llevarse a la boca?
     -Hombre, Juancar, me parece que lo que estás insinuando no tiene...
    -No tiene qué -me corta-, ¿razón de ser, lógica, justificación? Por supuesto, querido amigo mío, somos tan civilizados, tan juiciosos y abnegados..., a quién podría ocurrírsele insinuar que tal vez debiéramos dedicarnos al saqueo y al expolio por necesidad, o peor aún, parecernos a los egipcios, que prácticamente, y a pesar de ser una de las culturas más antiguas de la civilización, son unos animales subdesarrollados. A nadie, por supuesto; al menos, a nadie que tenga la posibilidad de soltar estas palabras y hacerse escuchar.

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