BUFA LA CABRA
Este no es tu momento, que te quede claro.
Deberías de haberlo tenido claro desde mucho antes del inevitable comienzo del
mismo -el momento, ese que no me pertenece-.
"Bufa la cabra", gritaba un
muchacho hace dieciocho años en una academia de inglés del pueblo de mi madre;
"bufa la cabra", pues mira tú qué bien. Lo hacía -gritar- con
entusiasmo y frenesí, como si tuviese una misión: su mensaje debía llegar al
lugar predestinado, era de vital importancia.
En este espacio que no me pertenece, en
este momento que me han regalado, de cuando en cuando, se acercan a mí personas
que me ofrecen 'su apoyo'; me hablan de las dificultades a que se enfrenta la
cultura hoy en día y de lo complicado que resulta ubicarla en un entorno
mercantil, yo sonrío y asiento -y aprieto los dientes mientras subyugo las
apremiantes ganas de estampar un vaso de cristal lleno de cerveza en la cara de
alguno de mis interlocutores-. Todo está genial, todo es maravilloso,
fantástico; ¿sería tan amable de lamerme este dedito con el que acabo de
rascarme el culo? Gracias por su amabilidad.
Charles Bukovsky, Ken Kessey, Dostoyevski, Jean-Paul
Sartre, Unamuno, Tolstoi, Ray Loriga y... ¿yo? No, más bien aquel muchacho que
gritaba como un loco "bufa la cabra".
No es mi espacio, no es mi momento; lo
tengo bastante claro, estoy aquí de prestado. Aún hoy, sigo sin tener claro por
qué bufaba aquella maldita cabra.
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