domingo, 7 de diciembre de 2014

BUFA LA CABRA
     Este no es tu momento, que te quede claro. Deberías de haberlo tenido claro desde mucho antes del inevitable comienzo del mismo -el momento, ese que no me pertenece-.
     "Bufa la cabra", gritaba un muchacho hace dieciocho años en una academia de inglés del pueblo de mi madre; "bufa la cabra", pues mira tú qué bien. Lo hacía -gritar- con entusiasmo y frenesí, como si tuviese una misión: su mensaje debía llegar al lugar predestinado, era de vital importancia.
     En este espacio que no me pertenece, en este momento que me han regalado, de cuando en cuando, se acercan a mí personas que me ofrecen 'su apoyo'; me hablan de las dificultades a que se enfrenta la cultura hoy en día y de lo complicado que resulta ubicarla en un entorno mercantil, yo sonrío y asiento -y aprieto los dientes mientras subyugo las apremiantes ganas de estampar un vaso de cristal lleno de cerveza en la cara de alguno de mis interlocutores-. Todo está genial, todo es maravilloso, fantástico; ¿sería tan amable de lamerme este dedito con el que acabo de rascarme el culo? Gracias por su amabilidad.
     Charles Bukovsky, Ken Kessey, Dostoyevski, Jean-Paul Sartre, Unamuno, Tolstoi, Ray Loriga y... ¿yo? No, más bien aquel muchacho que gritaba como un loco "bufa la cabra".
     No es mi espacio, no es mi momento; lo tengo bastante claro, estoy aquí de prestado. Aún hoy, sigo sin tener claro por qué bufaba aquella maldita cabra.

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