jueves, 7 de mayo de 2015

AHORA QUE NO ESTOY (pt.02/18)
     El ser humano no existe. Sí, soy consciente de lo desconcertante que puede resultar tal afirmación, pero, y aquí comienza a emerger mi mitología personal, seamos etimológicamente correctos.
     En primer lugar he de aclarar que en estos días de vocabulario dudoso y seborrea despistada, trato de luchar contra mi propia ignorancia recurriendo siempre que así lo preciso, a la magnánima y nada rencorosa ayuda de mi fiel Diccionario de la RAEL (Real Academia Española de la Lengua). De la misma manera, animo encarecidamente a todo aquel que se preste a ser mi interlocutor durante, al menos dos minutos y medio, a trabar amistad con tan maravilloso instrumento creado, y aquí es donde viene la primera gran revelación de la noche, para el entendimiento de las distintas gentes que moran este planeta y que, sólo en apariencia, comparten un mismo idioma.
     La segunda gran revelación ya no es tan grande, dado que, a falta de las pertinentes explicaciones, ya ha sido descubierta varias líneas atrás. El ser humano no existe, no como tal.
     Etimológicamente, el concepto 'ser humano' implica la posesión de una serie de características que debieran ser, precisamente, inherentes a eso que habitualmente llamamos 'ser humano'. Características de las cuales hoy por hoy, y en mayor o menor medida, todos nosotros carecemos. No pienso entrar a valorar ni a enumerar estas características, baste decir que en nuestro interior, alma, espíritu, corazón -cada cual sabrá qué término le resulta más agradable, más amable-, todos nosotros podemos encontrar una ligera noción, como poco, de aquello a lo que aspiramos o podríamos aspirar.
     Aquí es donde nos encontramos con una nueva especie que, en verdad, sólo lo es -nueva- en su nomenclatura, al menos a mi entender. Una especie que intuye los conceptos propios de la humanidad, una especie que posee la voluntad de asimilación de estos conceptos, una especie llamada a cumplir con una próxima esperanza evolutiva que culminará con la llegada de, aquí sí, el 'ser humano'. Una especie a la que, desde hace ya algún tiempo, he decidido llamar 'quiero ser humano'.

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