AHORA QUE NO ESTOY (pt.02/18)
El ser humano no existe. Sí, soy consciente
de lo desconcertante que puede resultar tal afirmación, pero, y aquí comienza a
emerger mi mitología personal, seamos etimológicamente correctos.
En primer lugar he de aclarar que en estos
días de vocabulario dudoso y seborrea despistada, trato de luchar contra mi
propia ignorancia recurriendo siempre que así lo preciso, a la magnánima y nada
rencorosa ayuda de mi fiel Diccionario de la RAEL (Real Academia Española de la
Lengua). De la misma manera, animo encarecidamente a todo aquel que se preste a
ser mi interlocutor durante, al menos dos minutos y medio, a trabar amistad con
tan maravilloso instrumento creado, y aquí es donde viene la primera gran
revelación de la noche, para el entendimiento de las distintas gentes que moran
este planeta y que, sólo en apariencia, comparten un mismo idioma.
La segunda gran revelación ya no es tan
grande, dado que, a falta de las pertinentes explicaciones, ya ha sido
descubierta varias líneas atrás. El ser humano no existe, no como tal.
Etimológicamente, el concepto 'ser humano'
implica la posesión de una serie de características que debieran ser,
precisamente, inherentes a eso que habitualmente llamamos 'ser humano'. Características
de las cuales hoy por hoy, y en mayor o menor medida, todos nosotros carecemos.
No pienso entrar a valorar ni a enumerar estas características, baste decir que
en nuestro interior, alma, espíritu, corazón -cada cual sabrá qué término le
resulta más agradable, más amable-, todos nosotros podemos encontrar una ligera
noción, como poco, de aquello a lo que aspiramos o podríamos aspirar.
Aquí es donde nos encontramos con una nueva
especie que, en verdad, sólo lo es -nueva- en su nomenclatura, al menos a mi
entender. Una especie que intuye los conceptos propios de la humanidad, una
especie que posee la voluntad de asimilación de estos conceptos, una especie
llamada a cumplir con una próxima esperanza evolutiva que culminará con la
llegada de, aquí sí, el 'ser humano'. Una especie a la que, desde hace ya algún
tiempo, he decidido llamar 'quiero ser humano'.
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