jueves, 30 de julio de 2015

AHORA QUE NO ESTOY (pt.14/18)
     Mi padre solía llevar sonando a Neil Diamond en el coche cuando yo era pequeño. Nunca faltaban los susurros, los silbidos ni los canturreos; “canta libre, de mi madre y mi padre...”, me encantaba.
     Hubo un tiempo en que creía que jamás alcanzaría una unión mayor con mi padre, que la que siento cuando oigo la voz de Neil, haciéndome recordar la sonrisa del hombre al que cada día que pasa, siento que conozco más y mejor.
     Mi padre solía llevar a Neil Diamond, casi como si fuese su segundo copiloto -el primero era yo- y supongo que por eso me gusta tanto oír sus canciones. Por otra parte, pero siempre en el mismo orden, a mí me pasa algo parecido con Chris Isaak; él es mi copiloto oficial, incluso cuando son otros los que, ocasionalmente y siempre de prestado, viajan a mi lado.
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     Debe de ser jodido ser Chris Isaak..., casi tanto como ser Leonard Cohen. Siempre esperando a que la próxima chica se vaya, sin mirar atrás, sin compasión, regalándote todo el dolor que necesitas para escribir otra canción.
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     Es curioso como algunas cosas, exteriorizaciones e interiores fundamentalmente, que no responden en principio a las leyes y la lógica de la genética, pueden apreciarse con la misma fuerza en dos espíritus que han caminado tan separados. Ciertos nacimientos, una mirada perdida, un giño de ojos, nuestra media sonrisa, la visión roja y negra, la inclinación de la letra, el opuesto del pensamiento, el silencio inundado de gritos del corazón..., mi padre y yo.
     Es curioso -si, también esto es curioso-, pero mi padre y yo empezamos este camino -lo supe después de muchos años- tan cerca como conseguimos volver a estarlo hace apenas unos cuantos veranos. Y no sé porqué dejó de ser así.
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     “Cokili, cokili... digo, digo, digo”.

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