jueves, 6 de agosto de 2015

AHORA QUE NO ESTOY (pt.15/18)
     He aquí una última revelación, una última reflexión cazada al vuelo y devuelta al aire en pleno proceso de expulsión, de autodefinición. Que cada cual la llame como prefiera; el caso, un último apunte acerca de la división del género humano para su catalogación.
     Me gustaría saber cómo enunciar esta idea con un tono lo suficiente solemne, como para dotarla de cierto tinte académico -un verdadero hándicap personal del que pocas veces consigo distanciarme-, pero en ocasiones, no hay mayor autoridad que la simplicidad, y ésta es una de esas.
     Como buen estudiante -que lo fui- de matemáticas, sigamos un modelo inductivo y comencemos por un claro ejemplo antes de llegar al enunciado de mis conclusiones.
***
     Segunda mitad del siglo XVIII; el austriaco Wolfgang Amadeus Mozart es considerado un auténtico genio -algo indiscutible hoy en día-. Mientras, su 'rival' el italiano Antonio Salieri, apenas es catalogado como grande.
     Por otra parte, nadie se atreve en nuestros días a afirmar que Beethoven fuese un genio aún mayor que Mozart, incluso a pesar del mérito añadido de sus logros siendo sordo. A su lado nunca hubo ningún Salieri, ningún grande con el que rivalizar. Y qué decir de la culminación de la música clásica de manos de Johann Sebastian Bach.
     Sin embargo nadie como Mozart. Y, ¿por qué? Sólo cuando un grande se encuentra rodeado de otros grandes, y consiga alzarse por encima de ellos -aunque a penas lo haga ligeramente-, alcanzará el reconocimiento general y el estatus de genio.
     Mozart le debe mucho más de lo que quisiera al señor Antonio Salieri.
     ¿Lógica? En ningún momento he pretendido que lo fuese -ni tan siquiera que así lo pareciese-.
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     En cuanto a mí... Simplemente decir que soy parte de la última generación realmente creativa de este país.

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