jueves, 22 de octubre de 2015

DE LA VANIDAD ILUSTRADA Y ALGO DE SINCERIDAD
     Escribir es un ejercicio de repetición; hay que practicar a menudo: madrugar, ponerse ropa cómoda, realizar unos sencillos estiramientos y... ¡a sudar!
     La historia no necesariamente ha de ser coherente; no tiene ni que ser una historia, de hecho; también resulta válido escoger un bolígrafo cualquiera y comenzar a divagar acerca de... el mismo acto de escribir, por ejemplo.
     Supongo que hay tantos motivos para escribir como escribientes pululan por el mundo. En mi caso, lo hago por vanidad. Escribo porque necesito tomar nota de todo, porque adoro 'literaturizar' cada experiencia y eso, convertirlo todo en relato o artículo o poema o novela, lo hago creyendo que no se me da mal y que todo lo que digo, además, es importantísimo y no debería perderse en el vacío de las ideas calladas. Vanidad pues. El hecho de no haber alcanzado fama o reconocimiento a gran escala resulta secundario, lo importante es lo que yo pienso de mí y de mi obra. Un escritor es, a grandes rasgos y además de engreído o vanidoso, individualista, egoísta y sabihondo.
     A un escritor de verdad le cuesta ser sincero, tan sincero como para reconocerlo, pero lo cierto es que, de todos los creadores que andan por ahí sueltos, los escritores somos los más engreídos y enamorados de nosotros mismos.
     Escribamos pues, y regodeémonos en nuestro onanismo de papeles salpicados con corridas de tinta y abandonados en las más altas estanterías de nuestras bibliotecas particulares. Todo bien distribuido para regocijo secreto de nuestra vanidad ilustrada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario